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Brasil

Lula afronta ahora el examen real de sus promesas electorales

La intensa incertidumbre que se registró en los meses previos a las elecciones presidenciales de octubre pasado en Brasil ha dejado paso a un periodo de tensa calma en los mercados financieros brasileños. Los diferenciales de riesgo-país han caído desde sus máximos de 2.400 puntos básicos hasta los 1.450 puntos actuales, mientras que el real, que llegó a acumular caídas superiores al 42%, cerró finalmente el año con una depreciación del 34%.

Los peores temores de que Brasil tuviera problemas para afrontar el pago de sus obligaciones externas incluso antes de que Luiz Inácio Lula da Silva asumiera como presidente no se han cumplido. Para sorpresa de gran parte de la comunidad financiera internacional, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) ha reforzado tras su victoria electoral el tono ortodoxo de su discurso económico esgrimido en los últimos meses de su campaña.

Lula ha configurado un gabinete altamente cualificado y conformado por el ala más moderada de su partido e incluso algunos funcionarios de la coalición del Gobierno saliente. Destaca en su composición el ministro de Hacienda, Antonio Palocci, un ex trotskista que abandera -como lo demuestra su gestión como alcalde de la cuidad Riberao Preto- el ala más ortodoxa del PT.

Tras largas negociaciones, la designación del presidente del Banco Central fue también bien recibida por parte de la comunidad financiera. El elegido para reemplazar a Armínio Fraga fue Henrique Meirelles, un ex ejecutivo del BankBoston y miembro del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña, que acredita la capacidad técnica e independencia en las decisiones de la autoridad monetaria.

De esta forma, el principal temor que aquejaba al mercado, una conducción populista e irresponsable de la política monetaria y fiscal por parte de la Administración Lula, se ha diluido casi completamente.

Política económica similar

Las directrices económicas del próximo Gobierno serán muy similares a las del saliente: un estricto control presupuestario y una lucha contra la inflación mediante tipos de interés elevados. No obstante, pese a la eliminación del 'riesgo de populismo' la prima de riesgo-país se mantiene aún en niveles que duplican los vistos en marzo de 2002, mientras que el real sólo se ha apreciado tímidamente tras la fuerte depreciación sufrida en los siete meses previos a las elecciones.

Y es que, pese a reafirmar su ortodoxia económica, la Administración entrante genera aún algunas dudas. No posee, por ejemplo, la mayoría parlamentaria de que sí gozaba la anterior alianza gobernante, algo que dificultará su maniobrabilidad política y que puede comprometer el avance de las reformas estructurales, de forma similar a lo que sucede actualmente en México.

Lula deberá además hacer frente a fuertes presiones por parte del ala más radical de su partido, que reclama mayores gastos sociales. En la misma dirección apuntarán las exigencias de gran parte del electorado, seducido por las promesas hechas durante la campaña, como la de duplicar los salarios en los próximos cuatro años. Finalmente, están las dudas que plantea la inexperiencia de Lula y su partido a nivel de la Administración nacional.

Estas incertidumbres pueden terminar de diluirse o acrecentarse en los próximos meses. Nada por el momento invita a pensar en un escenario pesimista, pero la delicada situación por la que atraviesa el país carioca será un duro examen para el nuevo Gobierno.

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