Y van tres
Las rentabilidades positivas de dos dígitos son historia. Antonio Morales ve -al margen de los riesgos políticos- motivos para la esperanza. En España, el optimismo lo pone la reforma fiscal
Terminamos otro año y pasamos la última página a un nuevo tomo de una trilogía que se ha convertido en una obra maestra de la desesperación de los mercados financieros. Y van tres; y este tercero no ha tenido nada que envidiar a los dos anteriores. Las razones han continuado siendo las mismas; claro que al final de un ciclo económico tan brillante como el que acabábamos de vivir, no podía deparar más sorpresas.
¿Es posible hacer borrón y cuenta nueva por tercer año consecutivo? Parece difícil, más aún después de que este año que termina tenga como una de sus principales características la pérdida de confianza de los inversores tanto en los gestores de las compañías como en las casas de análisis y sus recomendaciones, y, por qué no decirlo, hasta en el propio sistema financiero.
Si a este clima de desconfianza añadimos las enormes incertidumbres que amenazan en el horizonte, casi todas ellas con tintes político-bélicos en varios frentes como el de Irak, Corea o el terrorismo fundamentalista internacional, el optimismo no parece ser la más consensuada forma de ver el próximo año.
Sin embargo, también hay motivos para la esperanza, y aunque los hemos enumerado en distintas ocasiones, vamos a repetirlos una vez más.
La lucha que han mantenido las autoridades económicas mundiales, con las americanas al frente, contra la recesión y la deflación (otro de los fantasmas que han aparecido durante esta última parte del año), tiene que dar sus frutos, y de hecho, aunque muy tímidamente, ya parecen estar recogiéndose. También desde el punto de vista empresarial se ha tratado de poner fin a los excesos cometidos en las épocas de bonanza económica, y en este caso también la cosecha comienza a ser más productiva, como hemos podido ver en los últimos anuncios de resultados y estimaciones que se han efectuado en el tercer trimestre del presente ejercicio.
Los años de rentabilidades positivas de dos dígitos para los mercados de acciones permanecen ya en la memoria más escondida de algunos; sin embargo las esperanzas de ver los índices después de un año en signo positivo sí parecen estar en la mente de todos.
Si dejamos de lado los riesgos políticos, sobre los que nunca vamos a poder tener control, y nos centramos en lo nuestro, los fundamentales económicos, sí hay motivos para que esa esperanza se convierta en realidad y para que la literatura financiera no incremente sus fondos bibliográficos con otro tomo negro.
En cualquier caso, en España, para los inversores particulares sí van a cambiar mucho las cosas, y lo van a hacer para bien. La última reforma fiscal nos va a permitir ser mucho más ágiles a la hora de realizar movimientos que nos permitan afrontar de un modo mucho más adecuado las tendencias de los mercados financieros, sobre todo en un entorno tan global y tan cambiante como el que nos ha tocado vivir.
Como ven, no hace falta buscar mucho para cerrar el año con un mensaje de optimismo.
Esperamos que el año 2003 venga cargado de buenas noticias para todos, que falta nos hace.