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Columna
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Chapapote en Chamartín

Horizontes de grandeza es lo que divisaron algunos allí donde otros sólo veían el paisaje desolado que ofrecía la playa de las vías de la estación ferroviaria de Chamartín. Corrían los tiempos de los Juegos Olímpicos de Barcelona, de la Expo de Sevilla, algo más que el soufflé ridiculizado años después por Arzalluz. Estaba Mercé Sala en la presidencia de Renfe y entonces el presidente de Constructora San José, Jacinto Rey, recuerda que tuvo un sueño, he had a dream, vio como en una revelación las posibilidades inmobiliarias que se abrían a la iniciativa privada y no paró hasta la convocatoria de un concurso internacional adjudicado a DUCH (Desarrollos Urbanísticos de Chamartín), una joint venture que formaron a ese propósito Argentaria con el 72,5% y Construcciones San José con el 27,5% restante. Así se inició la mayor ocasión que vieron los siglos en la ciudad de Madrid.

Luego vinieron los contratos, la ampliación hasta Fuencarral (concretada en una superficie de 3.120.000 metros cuadrados), la multiplicación de los coeficientes de edificabilidad (desde el 0,6 previsto inicialmente al 1,05), la aparición de los reversionistas, el apaño económico de los adjudicatarios con el padre Villamandos, prepósito de la provincia canónica de Toledo de la Compañía de Jesús, que empujaba el piadoso alcalde Manzano, el centenario del Real Madrid y la solución de sus deudas mediante el cambio de uso de la Ciudad Deportiva para dar paso a las cuatro torres de Figo, Zidane, Ronaldo y compañía, los cambios normativos ad hoc operados bajo el sigilo propio de la Ley de Acompañamiento a los Presupuestos Generales del Estado con el resultado del visible empantanamiento del proyecto. En resumen, que la playa de las vías de Chamartín parece también invadida por otro chapapote si cabe más nocivo e insidioso que el procedente del Prestige.

Mientras tanto, como dijo cuando reinaba Carolo el ingenioso Jesús Fueyo, el tiempo nos devora, las elecciones municipales y autonómicas se aproximan y los presuntos implicados intentan provocar hechos consumados para garantizarse la irreversibilidad de las pingües expectativas.

Por eso, en la anterior columna sobre la Operación Chamartín nos maliciábamos que el consejo de administración de Renfe aprobaría el nuevo documento de compromiso con DUCH donde se configura todo el haz de relaciones surgidas de la concesión otorgada.

Así sucedió el pasado 7 de noviembre aunque falta por saber en detalle si se pronunciaron y en qué sentido los dos vocales representantes del comité de empresa, uno de la central sindical Unión General de Trabajadores (UGT), Honorio Vázquez, y otro de Comisiones Obreras (CC OO), Antonio del Campo Navarro.

En todo caso, días después, el 29 de noviembre, el director general de Infraestructuras de Renfe, Ramón Escribano, y el presidente de DUCH, Emilio Cebamanos, procedían a la firma del acuerdo, en unos términos mantenidos en secreto contra los más elementales principios de publicidad, exigida cuando se trata de un negocio jurídico de esta naturaleza. Pero fuentes del Ministerio de Fomento indican que el acuerdo suscrito tiende sobre todo a consolidar mediante diversos instrumentos jurídicos la presencia irreversible de DUCH en el proyecto, además de trasladar al propio proyecto, es decir al erario público, el coste de cualquier indemnización que pudiera derivarse de la tenaz negativa al reconocimiento de los derechos de reversión ahora en litigio abierto.

Además, dispuestos a procurarse agilidad y acelerar los propósitos perseguidos, se sabe que Renfe ha suprimido la Gerencia del Proyecto Chamartín, que era la unidad de control público encargada de garantizar el cumplimiento de las condiciones jurídicas y económicas de la concesión otorgada a favor de DUCH. Se ha suprimido también la Jefatura Económico-Legal del Proyecto, jefatura sobre la que algunos han hecho recaer la sospecha de hacer informes incómodos para los intereses de DUCH.

Se ha preferido, en consecuencia, integrar estas unidades en la Dirección de Patrimonio y Urbanismo de Renfe a cuyo frente se ha situado a un hombre de la casa de absoluta confianza, José Aguilera López, de quien se espera sumisión incondicional. Cuentan los últimos viajeros llegados de Chamartín que bajo la apariencia de cambios funcionales en el organigrama en la práctica se desactivan los últimos controles internos sobre la Operación DUCH y en particular el de los beneficios a partir de los cuales se ha de calcular el canon variable que corresponde a Renfe por la concesión otorgada.

La cuestión empieza a adquirir temperaturas de incandescencia, que prometen desprender un alto poder lumínico, es decir, esclarecedor. Así lo prueba la querella que tramita el Juzgado de Instrucción número 19 de Madrid contra responsables del Ministerio de Fomento, Renfe y DUCH por la Operación Chamartín interpuesta por los reversionistas, a la que con fecha 19 de noviembre se añade la denuncia formulada ante la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad de Madrid por la portavoz adjunta del Grupo Municipal Socialista de Madrid, Matilde Fernández, en nombre y representación del citado grupo para que tras las investigaciones y comprobaciones pertinentes presente la oportuna querella en relación con los hechos y conductas delictivas descritas y para que proceda a establecer las advertencias y requerimientos precisos para devolver la situación urbanística de la Corona Norte de Madrid a sus debidos términos.

¿Debatirán asuntos tan capitales como éste del chapapote de la playa de Chamartín los candidatos a la alcaldía y a la presidencia de la comunidad? La solución, en el próximo número.

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