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Tribuna
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La ética y la estética

Jordi de Juan i Casadevall considera que la catástrofe ecológica provocada por el 'Prestige' es una cuestión de Estado. El autor asegura que en la estrategia política seguida en el caso por la oposición priman los intereses electoralistas

Con el hundimiento del petrolero Prestige ha naufragado también el más elemental sentido de la ética política del principal partido de la oposición. La ética y el decoro parlamentario han sufrido un serio revés de manos del Partido Socialista, empeñado en explotar políticamente una catástrofe ecológica

Porque de eso se trata, de una catástrofe ecológica por un accidente marítimo de un petrolero monocasco cuyo capitán fue detenido inmediatamente después de poner los pies en tierra firme.

Los hechos son sobrada, y desgraciadamente, conocidos.

Lo que hoy quería plantearme es una cuestión de orden moral, a saber, cuál es el papel que debe jugar la oposición ante una catástrofe ecológica, económica y social de esta envergadura.

Es decir, ¿es legítimo políticamente erosionar al Gobierno ante una situación excepcional como la que afecta a la costa gallega, teñida de negro por el chapapote?

El manual del buen político dice que hay cuestiones que están al margen de partidismos y de la contienda política cotidiana.

Es el caso de las cuestiones de Estado, donde la defensa del interés general o de la razón de Estado bien entendida prima sobre los legítimos intereses partidistas de los protagonistas del escenario político. Y es también el caso de las catástrofes ecológicas, como el hundimiento del Prestige, en el que el interés de muchas familias que viven de la mar y el de la sociedad gallega exigen que Gobierno y partidos políticos arrimen el hombro para reflotar la situación.

Y este no ha sido precisamente el papel que ha jugado, o está jugando, el Partido Socialista.

Más allá de alguna declaración genérica de apoyo al Gobierno -les preocupa la estética, no la ética-, su constante ha sido de acerba crítica con voluntad de erosionar al Gobierno con gratuitas acusaciones de mentir al Parlamento.

Dicho en román paladino, de lo que se trata es de remover el chapapote en beneficio propio, de extraer réditos electorales de una catástrofe. La unidad de acción -el bien común- sacrificada por mor de los intereses partidistas.

Pongo algún ejemplo ilustrativo.

Hace dos semanas, un diputado socialista de la Asamblea de Madrid se jactaba en una reunión con comerciantes de los votos que estaban obteniendo con la catástrofe del Prestige. El parlamentario decía que su partido iba sobrado de votos y que 'si no, hundimos otro Prestige'.

La verdad es que esas declaraciones no eran un simple ejercicio de oportunismo político, fiel trasunto de una estrategia política del PSOE, sino una indecorosa y despreciable falta de ética política.

Como no podía ser de otra forma, el diputado en cuestión fue obligado a dimitir. La estética, lo que queda bien, sirvió de acicate para que la ética se impusiera y se enmendara el desaguisado.

Me pregunto qué pensarán las familias gallegas afectadas por esta desgracia de este tipo de declaraciones.

Pongo otro ejemplo.

La semana pasada, en una de las comparecencias del vicepresidente Rajoy en el Congreso de los Diputados, el portavoz socialista, señor Caldera, le acusaba de mentir al Parlamento y esgrimía un documento público del que habían desaparecido convenientemente determinados párrafos sobre la orden de cambio de rumbo del petrolero.

La más elemental ética política abdica definitivamente cuando se manipula un documento público para acusar a un vicepresidente del Gobierno de mentir con el espúreo propósito de obtener ventajas políticas en una situación de crisis.

¿Quién miente, el que manipula un documento o el que responde sobre su contenido íntegro? La gran pregunta es si en esta ocasión la estética, el quedar bien, espoleará la ética y aquellos que blandieron informes convenientemente manipulados seguirán el ejemplo del diputado madrileño presentando su dimisión.

La administración de una catástrofe de esta naturaleza supone que ni el Gobierno pretenda extraer un beneficio propio ni la oposición actuar con sectarismo e irresponsabilidad.

Y eso es precisamente lo que ha hecho el Partido Socialista. Esperemos que encuentre las energías suficientes para salvar la ética política de este naufragio. Ni que sea por estética.

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