El nuevo móvil rompe con su pasado
El Ministerio de Ciencia y Tecnología ha decidido apretar las tuercas a las operadoras de telefonía móvil para que pongan en marcha cuanto antes los servicios de UMTS. De lo contrario, les amenaza con echarse atrás en sus planes de reducción de los avales contraídos por las cuatro operadoras adjudicatarias en marzo de 2002 de la extensión de las redes de la nueva tecnología celular de servicios multimedia.
A pesar de las amenazas, Administración y empresas saben que en este caso juegan en un terreno resbaladizo. El ministerio que encabeza Josep Piqué es consciente de que no puede exigir demasiado a unas empresas lastradas con un fuerte endeudamiento. Telefónica Móviles, Vodafone y Amena, por su parte, son conscientes de que el juego que les permite la extensión de la tecnología intermedia, GPRS, en los servicios de datos es muy limitado y que, cuanto antes, les interesa enfrentarse a la realidad ineludible, aunque muy costosa, de la extensión de las redes UMTS. La situación de Xfera merece un capítulo aparte.
Como ha quedado demostrado en los seis meses que se acumulan en España de experiencia en servicios avanzados de transmisión de imágenes, sonidos polifónicos, datos y gráficos en color a través del móvil, este nuevo negocio es extremadamente complejo. Tanto en la fabricación de los nuevos terminales como en la extensión de las redes UMTS, los antiguos parámetros y criterios que se convirtieron en un éxito en la tecnología GSM han quedado invalidados.
Los nuevos terminales de UMTS han dejado de ser simples teléfonos para convertirse en ordenadores complejos que, sólo de forma subsidiaria, tienen también capacidades para realizar comunicaciones de voz. Hasta el momento hay tres empresas que han presentado teléfonos de tercera generación UMTS: Nokia, LG y Motorola.
La compañía que tiene una tecnología más avanzada es esta última multinacional estadounidense, Motorola, que ha alcanzado un acuerdo con la empresa de Hong Kong, Hutchinson Whampoa, para dar los primeros servicios comerciales de tercera generación en Europa.
Motorola ha firmado también un contrato con su competidora alemana Siemens para compartir la tecnología básica de los nuevos terminales de telefonía móvil UMTS. Así, su teléfono de tercera generación A830 es idéntico al que Siemens ha presentado como suyo con el nombre de U-10. Los expertos del sector explican que esta política de compartir los desarrollos tecnológicos básicos (denominan a este tipo de intercambio 'licenciar tecnología') serán moneda común a partir de ahora en el negocio de la telefonía móvil.
En su opinión, el hecho de que los nuevos terminales sean, ante todo, ordenadores personales portátiles de pequeñas dimensiones está provocando que su fabricación siga parámetros similares a los de la informática.
Así, consideran que sólo una o dos compañías (la propia Motorola y LG) se especializarán en la producción de las tarjetas base de los nuevos terminales celulares; 'serán los Intel de este negocio e introducirán sus productos en todos los terminales, sea cual sea su marca', aseguran.
En un segundo nivel tecnológico se sitúan las compañías dedicadas a desarrollar los sistemas operativos de todos los nuevos teléfonos. En la actualidad se desarrolla una lucha encarnizada entre opciones diferentes. La primera la patrocina Microsoft. La segunda la promueve un conglomerado de fabricantes y operadores liderados por Nokia, quienes intentan que la empresa de Bill Gates no adquiera una posición dominio también en este sector.
El tercer nivel tecnológico es el de los creadores de contenidos que se difundirán a través de los nuevos teléfonos, con soporte de imágenes, sonidos polifónicos, informaciones de actualidad, localización, videojuegos, etc. En este ámbito se instalarán centenares de nuevas compañías.
En el terreno de las infraestructuras el término que más se ha utilizado para describir cuál será el modelo de negocio en el futuro es el de 'compartir redes'. Los técnicos, sin embargo, estiman que esta política sólo se aplicará en las zonas de población dispersa.
Las operadoras, por el contrario, mantendrán la propiedad de la red en los grandes núcleos urbanos , para no dar ventajas a sus competidores.