Suficiencias e insuficiencias del Plan Asia
Roque San Severino plantea la necesidad de reforzar y reconducir el Plan Asia, cuya efectividad está amenazada por limitaciones presupuestarias y una excesiva concentración en China.
Cuentan que durante la ofensiva del Aisne, en la Primera Guerra Mundial, para compensar la insensata estrategia del alto mando francés de fundamentar su iniciativa en el ataque masivo de la infantería contra las bien defendidas trincheras y parapetos alemanes, la academia de oficiales de St. Cyr se vio obligada a acelerar la formación de mandos, de manera que se ponía al frente de curtidas compañías a imberbes alféreces recién licenciados. æpermil;stos, al ver la bengala que señalaba la orden de ataque, hacían sonar sus silbatos y salían de sus trincheras al asalto de las de enfrente. Diez metros ya en tierra de nadie giraban sus cabezas para animar a sus soldados, únicamente para descubrir su soledad, nadie les había seguido. Ninguno de sus veteranos subordinados se fiaba de su bisoñez como para seguirles a una muerte segura.
Algo parecido puede ocurrir con el Plan Asia que el Gobierno puso en marcha hace un año, recibido de forma claramente positiva pero amenazado por dos factores preocupantes que pueden conducir a pensar que este plan, al igual que los alféreces franceses, no tiene el bagaje suficiente como para merecer que en él depositemos todas nuestras esperanzas.
La primera causa de alarma es la ausencia de un presupuesto específico. El verdadero empeño español por desarrollar una política asiática sólo se puede medir con un criterio objetivo y es cuántos recursos se han incorporado al presupuesto a partir de la formulación del dicho plan. Un mal menor sería explicar, en un escenario de estabilidad del gasto global, cuántos recursos se han detraído de otros programas para la nueva política asiática.
La respuesta a estos interrogantes puede ser tan descorazonadora como la aseveración del presidente Aznar a los embajadores de España, reunidos en cónclave el 11 de septiembre de 2001, cuando contestando a la pregunta de cuál era el importe de aumento presupuestario para el desarrollo de la ofensiva de política exterior que planteaba, respondió que ninguno; todo se financiaría con una gestión más eficiente de los recursos existentes. En un ambiente de silencio expectante se oyó caer varios bolígrafos que dejaron de tomar nota al oír al presidente.
El segundo motivo de inquietud es que el Plan Asia cada vez se parece más a un Plan China. Ciertamente China es 'historia de éxito' del desarrollo y su atractivo como destino de exportaciones es innegable. Sin embargo, las actuaciones del sector público se justifican sobre los fallos del mercado y no sobre sus éxitos; y fallo es considerar que la dificultad de la promoción de las relaciones económicas con Indonesia no justifica un esfuerzo, que el fomento del conocimiento de los valores asiáticos entre la comunidad empresarial española carece de atractivo, que el estudio del enfrentamiento entre India y Pakistán no tiene relevancia para España, que el avance del islamismo radical en Asia central carecerá de respuesta o que el estudio del arte tántrico tibetano es un lujo injustificable.
Un Plan Asia debe tener dos pilares básicos unidos por una piedra angular. Los pilares son la promoción de Asia en España y de España en Asia. La piedra angular ha de ser la multidisciplinariedad, esto es, que dicha labor de promoción ha de compaginar, de manera equilibrada, la labor económica con la política y la cultural. Lo contrario puede constituir un éxito mediático pero, con seguridad, un fracaso político.
La obcecación del general Nivelle condujo al fracaso de la ofensiva del Aisne en 1917 y provocó el motín del ejército francés en Chemin des Dames. La solución fue diezmar los batallones rebeldes y sustituir a Nivelle por Petain. Antes de llegar a estos extremos, alguien debería reflexionar si es preciso reforzar y reconducir el Plan Asia.