Los inversores extranjeros reciben con frialdad la apertura de los mercados chinos
China ha dado un nuevo paso en la apertura de su economía. Desde este mes, los inversores extranjeros pueden acceder a las denominadas acciones A, que cotizan en reminbi (moneda china) y que representan un volumen de 500.000 millones de dólares. Con esta medida, el Gobierno de Pekín pretende atraer capital fresco que ayude a desarrollar sus inexpertos mercados. Sin embargo, los estrictos requisitos exigidos han hecho que los inversores reciban la decisión con un interés limitado.
Las compañías que cumplan las condiciones podrán optar al calificativo QFII (siglas en inglés de Inversor Institucional Extranjero Cualificado). Entonces tendrán acceso a las 1.191 acciones A que cotizan en los Bolsas de Shanghai y Shenzen, y a los bonos estatales y empresariales. Aunque la nueva ley acaba de entrar en vigor, las inversiones no se producirán hasta enero del año que viene, ya que la obtención del permiso requiere 30 días.
Hasta ahora, quienes querían participar del fuerte crecimiento de la economía china sólo podían optar al minúsculo mercado de acciones B, en dólares, o los títulos cotizados en Hong Kong (acciones H y red chips).
Mientras algunas de las mayores empresas controladas por el Estado están presentes en Hong Kong y Nueva York, un millar de compañías, como Baoshan Iron and Steel o Shanghai Automotive, sólo tienen acciones A. Aproximadamente un tercio del medio billón de dólares que valen las acciones de estas empresas está en manos de los ciudadanos, mientras el resto lo posee el Gobierno.
Según los analistas locales, el sistema de cualificación, anteriormente utilizado en Taiwan y otros mercados asiáticos, incrementará la confianza de los inversores gracias a la entrada de capital extranjero, y a largo plazo aportará un sentimiento más racional a la inversión.
La participación está abierta a gestoras de fondos, compañías de seguros, bancos y empresas de Bolsa, que deberán haber gestionado en el último año fiscal activos por valor de 10.000 millones de dólares. Las cantidades que se podrán invertir se prevé que sean modestas en principio. Los interesados deberán solicitar una cuota a la Administración Estatal de Cambio Extranjero (SAFE). Los bancos de negocios extranjeros estiman que oscilará entre 50 y 200 millones de dólares.
Las instituciones extranjeras tendrán que depositar sus divisas en cuentas especiales en reminbis en bancos locales, que actuarán como custodios. Cada entidad extranjera cualificada podrá adquirir un máximo del 10% de las acciones de la sociedad cotizada. Los bancos comerciales deberán estar entre los 100 mayores del mundo por activos. Además, se han impuesto limitaciones, en volumen y plazos, a las cantidades que se pueden repatriar.
Este exceso de precauciones puede pasar factura al Gobierno. Según un informe de Schroder, el mercado A presenta importantes inconvenientes: el alto precio de los títulos (alrededor de 40 veces los beneficios), los riesgos derivados de las normativas, los problemas de dirección en las empresas y que las sociedades chinas de calidad que cotizan en Hong Kong lo hacen a 10 veces los beneficios.
'Los fondos extranjeros no van a entrar hasta que todo esté claro', asegura un banquero occidental. 'Sin embargo, los chinos de ultramar, de Hong Kong y Macao, que tienen una pata dentro y otra fuera del país, sí que lo harán, ya que conocen muy bien las Bolsas chinas'. Según un estudio de UBS Warburg, el 89% de los gestores consultados expresaron muy poco interés en la apertura del mercado A. 'No me van a ver ir corriendo a llamar a la puerta para comprar esas acciones', ha asegurado Stewart Aldcroft, de Investec Asset Management Asia. Los analistas coinciden en que se trata de un paso significativo, ya que, según Schroder, 'señala una nueva era de cambios estructurales' en China, pero que el interés está a largo plazo.
Los requisitos dejan fuera de juego a casi todas las instituciones. Algo que busca Pekín, que en su estrategia de sin prisa pero sin pausa quiere atraer sólo a inversores experimentados. El Gobierno se ha mostrado cauto, receloso de la fuga masiva de capitales que se produjo en Asia en la crisis de 1997.
Hacia una política cambiaria más flexible
La decisión china de abrir gradualmente su economía va más allá de sus empresas y sus mercados. Así lo ha reconocido el gobernador del banco central, Dai Xianglong, quien ha asegurado que China permitirá poco a poco una mayor flexibilidad a su moneda, el reminbi, que en 1994 fue ligada a la divisa estadounidense con una paridad de 8,7 unidades por dólar. El banco central ha hecho de la estabilidad del reminbi una bandera. Desde julio de 2000 cotiza a 8,27.Pekín ha tenido que hacer frente a fuertes presiones de sus vecinos asiáticos, que le han pedido que revalúe su moneda para estimular la demanda de una economía cada vez más globalizada. Japón defiende que 'no es natural' que China crezca a un ritmo del 7% u 8% anual mientras sufre deflación. Según asegura en un informe Vincent Low, analista de Merrill Lynch, 'una tasa de cambio infravalorada representa una forma de exportar deflación. Pero no funciona si todo el mundo hace lo mismo al mismo tiempo'. El Fondo Monetario Internacional ha señalado que con el tiempo China debería adoptar una política cambiaria más flexible para evitar distorsiones económicas. Lo que sí ha dejado bien claro Shi Guangsheng, ministro de Comercio, es que no va a acceder a los deseos de sus vecinos de proceder a una devaluación. Pekín no está dispuesto a abrir las puertas de par en par, máximo cuando su economía va viento en popa. La inversión extranjera directa superará este año por primera vez la estadounidense, con un valor de unos 50.000 millones de dólares, y el PIB crecerá un 8%. La crisis financiera de 1997 está en la mente de todos, y según dice Low, 'la experiencia del sureste asiático mostró que una secuencia incorrecta en la apertura de las economías al flujo de capitales es una receta para el desastre'.
Los expertos esperan un aluvión de salidas a Bolsa en 2003
Gestores y analistas esperan que los mercados chinos registren un alto volumen de emisiones en 2003. El ingente volumen de activos estatales todavía por privatizar y el creciente número de empresas buscando financiación sostendrán el flujo de nuevo papel al mercado. Los expertos no esperan, de todas maneras, que se registren grandes operaciones como las de los últimos años. La aerolínea Air China, aseguradoras o empresas eléctricas pueden protagonizar las operaciones de mayor calado. Nick Andrews, estratega de JP Morgan, espera que se emitan acciones por valor de entre 8.000 y 10.000 millones de euros. En 2002, las empresas chinas han captado dinero de inversores extranjeros por valor de 5.000 millones de euros, según datos de Thomson Financial. Pero en 2000 llegaron a 25.00 millones. Los expertos confían en que la rebaja en el tamaño de la salida a Bolsa de China Telecom, la operación más relevante del año, no desanime el mercado. Interés inversor'Los inversores siguen estando interesados en China, pero extremaremos la vigilancia en los asuntos de gobierno empresarial y regulación', afirma Jon Fouts, jefe de mercados de Morgan Stanley en Asia. 'Los próximos meses van a estar caracterizados por transacciones más pequeñas y mejor valoradas', señala. Las empresas privadas supondrán una parte creciente del papel que salga al mercado, de igual modo que cada vez tienen más importancia sobre el crecimiento de la economía y del empleo en China. æscaron;ltimamente han estado salpicadas por escándalos contables, pero los expertos consideran que China está ofreciendo al mercado empresas de una calidad cada vez mayor.