El hogar de Santa Claus
El encargado de alegrar las Navidades con sus regalos no ha elegido mal. Finlandia, un país joven de lagos y bosques profundos
Sin que se sepa muy bien por qué, el bonachón Santa Claus -que no es otro que el obispo milagrero San Nicolás- ha dado con sus huesos y sus barbas canas en Finlandia. Se supone que aquél es su domicilio habitual. No ha tenido mal ojo, este Santa Claus. Porque Finlandia es uno de los países más ricos de la Unión Europea (22.000 euros de renta per cápita). Estará a gusto el vejete en ese país de bebedores de café (10 tazas al día, más o menos), individualistas a ultranza (46% viven solos), y que, como son pocos (5,2 millones de habitantes) tocan a mucho (sueldo normalito: 2.000 euros), aunque eso sí, tienen que apechugar con sustanciosos impuestos (en torno a un 28%); ese incordio fiscal ha motivado, por ejemplo, que Nokia (que da trabajo a unos 60.000 empleados) haya amenazado con largarse con la música de sus móviles a otra parte.
La verdad es que ese país pequeño y joven suena cada vez más, y no sólo por las sintonías inalámbricas. El primer golpe de atención al mundo se produjo en las Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952 -celebradas, por cierto, en un estadio racionalista de 1938 que sigue siendo cita de las visitas turísticas-. Luego se pusieron a organizar congresos y encuentros internacionales, y lo han hecho francamente bien: desde las históricas conversaciones SALT para el desarme, a los embrollos judeo-palestinos. Muchos de esos eventos se llevan a cabo en la Casa de Finlandia, un edificio níveo y futurista de uno de los grandes del siglo XX, Alvar Aalto.
Capital joven: Helsinki fue fundada en 1550 por el monarca sueco Gustavo Vasa. Era entonces una aldea de mil y pico vecinos y cabañas de madera. En 1750 los rusos conquistan el territorio a los suecos, levantan la fortaleza de Suomenlinna y convierten a Finlandia en Gran Ducado de su imperio. Con los rusos comenzó el despertar de Helsinki. En lo urbanístico (todo el casco imperial antiguo) y en lo político: tras la publicación de la saga indígena Kalevala (entre 1830-1850) se produjo un movimiento nacionalista que dejaría obras colosales en arquitectura y música, sobre todo. A esa estética corresponde, por ejemplo, la plaza del Senado (con la catedral y otros inmuebles que J. L. Engel levantó entre 1822 y 1852), el Museo Nacional, el Teatro Nacional o la preciosa estación de ferrocarril de E. Saarinen. En cuanto a la música, el chorro fundacional de la obra de Sibelius fue acompañado por coetáneos, como Oskar Mericanto y otros muchos, y se ha prolongado en el tiempo con jóvenes compositores de la talla universal de Rautavaara, Saariaho, Aullis Salinen y Magnus Lindberg, o intérpretes de la altura de Okko Kamu y Sakka-Pekka Saraste.
El empuje nacionalista llevó, como se sabe, a la independencia en 1917. En poco tiempo, pues, este país joven de lagos y bosques profundos se ha colocado a la cabeza, y Helsinki se ha convertido en su mejor escaparate. Es una ciudad abarcable, que se puede recorrer a pie. Su ombligo es la citada plaza del Senado, con la catedral (protestante) convertida en emblema, si bien la catedral ortodoxa de Uspensky, no muy alejada, introduce un oportuno toque orientalista. El skyline de Helsinki es la repisa formada por el paseo Esplanade y la contigua plaza del Mercado. Allí se montan los puestos de frutas y verduras, de allí se parte hacia las más de 300 islas que enredan el litoral, por allí atracan los más de 200 cruceros que sitúan a Helsinki en el tercer puesto europeo al respecto.
Helsinki es tan grata en verano como en invierno. Tan grato es perderse por los parques de las islas en primavera, como patinar en invierno sobre el mismísimo mar delante del Ayuntamiento. En Helsinki hay una efervescencia cultural considerable: tres orquestas, 22 teatros, un buen puñado de museos y edificios de los que salen en textos de arquitectura. Y una afición desmedida a lo nuevo, al diseño; el Design Forum Finland es lugar de culto para los enterados. Consuela saber que Santa Claus tendrá mucho de bueno y vanguardista para elegir y llenar su saco. Aunque sólo sea para que no siga metiendo, como en años precedentes, tanto teléfono móvil.
Localización
Cómo ir. Finnair (902 178178 o en la dirección de correo electrónico www.finnair.com/es) vuela este invierno a Helsinki desde Barcelona (diario y directo), Madrid (2 vuelos diarios), Málaga (viernes y sábados), Las Palmas de Gran Canaria y Tenerife (10 vuelos semanales); a partir de 370 euros. La escandinava SAS, por su parte (902 117 192), tiene vuelos diarios desde Madrid y Barcelona a Helsinki, vía Copenhague, a partir de 326,04 euros. Por vía marítima, hay barcos regulares a Helsinki desde Estocolmo, Rostock o Tallin. Dormir. Kämp Hotel (Pohjoisesplanadi 29, 09 576111) es un lujoso establecimiento cinco estrellas que tiene ofertas muy atractivas para fines de semana. Radisson SAS Plaza Hotel (Mikonkatu 2, 09 77590), el más céntrico y popular de los tres hoteles Radisson en la ciudad. Scandic Hotel Simonkettä (Simonkatu 9, 09 68380), el más recomendable de los varios de la cadena Scandic. Para reservas de hoteles: Helsinki Expert Hotel Booking, 09 2288 1499, www.helsinkiexpert.fi, hotel@helsinkiexpert.fi Comer. Lapland (Annankatu 22, 09 645 550), muy popular, con decoración y vestuario de Laponia, ideal para quienes no tengan tiempo de visitar el norte del país. Nokka (Kanavaranta 7, 09 6877 330), cocina clásica con toques de modernidad. Kettariskrouvi (Pohjoinen Makasiininkatu 6, 09 6860730), comida tradicional finlandesas en cavas con mucho ambiente y a precios razonables.