Mitos y viviendas
El mito de que los ladrillos no bajan tiene una pobre justificación estadística. Para Santiago Satrústegui, ganar el último euro en el mercado inmobiliario es la aventura más arriesgada pensando en 2003
Si para algo deberían haber servido los últimos cinco años es para desterrar definitivamente del proceso de toma de decisiones de inversión cualquier tipo de verdad absoluta a la que seguir ciegamente. Que los inversores adopten un enfoque mucho más prudente y escéptico sería la respuesta lógica al duro castigo recibido. Pero que la prudencia y el escepticismo se apliquen solamente al considerar un tipo determinado de inversión (acciones) y que el fundamentalismo inversor se siga aplicando al analizar otra (inmuebles) indica que no hemos aprendido nada, probablemente porque todavía no hemos sufrido suficiente.
El mito de que los ladrillos nunca bajan tiene una justificación estadística bastante pobre, pero aunque el índice del precio de la vivienda, con sus limitaciones, demuestre que los inmuebles pueden bajar y mucho, las argumentaciones del ladrillista convencido suelen ser más contundentes que los propios números: 'depende de dónde lo compres', 'si no vendes nunca pierdes'... Poco fundamento científico pero una convicción fuertemente arraigada. El paralelismo de la burbuja inmobiliaria pendiente de aflorar con la burbuja financiera recientemente aflorada es aterrador, pero la gran mayoría de los inversores prefieren no verlo. La Bolsa, los inmuebles o cualquier otro activo por sí mismos no son buenos ni malos, ni producen escándalos ni provocan crisis. Los problemas aparecen de la mano de las sobrevaloraciones y los procesos especulativos que tienden a autoalimentarse. Salir de esas espirales suele ser bastante complicado.
Dice el refrán que 'cuando el fuego está cerca de la estopa viene el diablo y sopla'. Dando la razón al dicho popular, la decisión del Banco Central Europeo de bajar los tipos de interés, para satisfacer las necesidades de crecimiento de la economía alemana, nos coloca en una mala situación en cuanto a la contención del precio de los inmuebles. Precisamente esta semana el Banco de España ha transmitido su preocupación por el excesivo endeudamiento de las familias, que además mayoritariamente va destinado a la adquisición de vivienda.
Con una inflación superior al nivel de los tipos de interés, es decir, con una rentabilidad real negativa, una decisión lógica desde el punto de vista económico podría ser endeudarse para invertir. Pero hacerlo en el activo equivocado en un mercado muy sobrevalorado, poco transparente y de poca liquidez podría generar una catástrofe mayor a las conocidas hasta ahora. Las últimas experiencias que conocemos de aterrizajes suaves no son muy alentadoras y la lista de posibles remedios es bastante reducida, teniendo en cuenta que ya no depende de nuestros gobernantes marcar la política de tipos de interés.
Ganar el último euro en el mercado inmobiliario es, aunque no lo parezca, la aventura de inversión más arriesgada que se puede emprender pensando en 2003 y los inversores que están planteando en estos días sus nuevas estrategias deberían tenerlo muy en cuenta. El riesgo, ya lo hemos dicho muchas veces, siempre está donde no se percibe.
Un buen consejo para los próximos ejercicios en lo que tenga que ver con inversiones es no dar nada por asumido y a partir de ahí empezar a construir. La sabiduría, como ya han dicho muchos, no es nada más que gestionar correctamente la ignorancia.