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Tribuna
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Razones para invertir ahora en el mercado tecnológico

En un escenario económico tan convulso como el actual, los inversores afrontan el reto de afinar al máximo la puntería a la hora de decidir el destino de sus fondos. Tras la crisis puntocom y el desenmascaramiento de prácticas contables poco transparentes en determinadas corporaciones, nos encontramos inmersos en un contexto que requiere de una visión muy pragmática, especialmente en el aún más convulso sector tecnológico. ¿Qué conclusiones pueden extraerse de este curso acelerado de realismo que nos ha impuesto el mercado los últimos dos años? La afirmación de que, precisamente ahora, es un buen momento para invertir en tecnología resulta la más llamativa por su osadía, que apoyamos, no obstante, en tres razonamientos de peso.

La hora de los proveedores de tecnología para terceros. El mercado tecnológico es un niño que se va haciendo mayor. Y lo hace en la medida en que la tecnología invade nuevas parcelas de nuestra vida diaria, personal o profesional. Por lo tanto, lo primero para decidir el destino de las inversiones es poner límites, definir qué es una empresa dedicada a la tecnología, porque el espectro que abarca esta definición es, como los niños, cada día más grande. En este sentido, podemos distinguir dos grandes grupos.

Por un lado, están las compañías que diseñan y venden tecnología para empresas que, a su vez, desarrollan su actividad en el ámbito tecnológico. Dentro de las primeras, si nos centramos en las tecnologías de la información, las hay que prestan servicios que afectan a la misión crítica de sus clientes y otras que, por el contrario, proveen servicios con soporte tecnológico que no influyen en esa misión crítica. Entre estas últimas, se encuentran, por ejemplo, las proveedoras de software para la gestión del CRM (de la relación con los clientes). La situación actual se deja notar, principalmente, en esta clase de compañías, ya que sus clientes tienden, en momentos de crisis, a reconcentrar sus actividades en su core business.

Por otro lado, proliferan empresas que ofrecen servicios apoyados en tecnología a compañías que operan fuera del ámbito tecnológico; es la tecnología para terceros sectores. En países como Francia, Alemania y el Reino Unido, mercados verticales como la Administración pública, la sanidad, la banca o la construcción aeronáutica y ferroviaria llevan años equipándose con nuevas herramientas tecnológicas de gestión. En un país como España, donde el desfase respecto a Europa es aún considerable en este ámbito, la oportunidad de inversión se encuentra, pues, en este tipo de proveedores de tecnología.

La criba de los equipos de gestión. Otro acicate para los inversores aparece en la sobreoferta de equipos de gestión especializados en tecnología, cuya receptividad hacia nuevos retos viene motivada, entre otras razones, por la quiebra de tantas compañías del sector y la caída en desgracia de la práctica de las stock options. La experiencia de estos dos años, aunque pueda considerarse negativa en conjunto, nos ha dado las claves para dilucidar quién lo ha hecho bien y quién se ha equivocado, lo que supone ya una ventaja en comparación con el escenario del propio boom tecnológico, donde todo estaba por aprender. Ahora, a falta de otras certezas que no sean las extraídas del método empírico puro, sabemos al menos qué no hay que hacer para gestionar una empresa tecnológica.

La distinción creciente entre propiedad y gestión. Finalmente, resulta paradójico cómo el citado desfase español se traduce en nuevas oportunidades de negocio. En nuestro país, a diferencia de lo que ocurre en los anglosajones, no termina de convencernos la posibilidad de separar los conceptos de propiedad y gestión, cuando es, en muchas ocasiones, un indicador fiel del nivel de profesionalización de la gestión de una empresa, ayudando a despejar las dudas sobre la transparencia de la misma en momentos de crisis de confianza de los inversores.

En Europa, esta mentalidad, propia de una cultura empresarial familiar, se abandonó hace más de 20 años. Asistimos ahora en España a un proceso en virtud del cual muchas compañías reflexionan sobre dónde quieren llegar desde el punto de vista accionarial, planteándose que, quizá, habrán de tener un recorrido de cuatro a seis años para maximizar el beneficio del accionariado. Dar entrada a nuevos inversores es una excelente manera de comenzar esa andadura.

En suma, mientras el mercado tecnológico español sigue ávido de financiación, la oportunidad conjunta que suponen la tecnología para terceros sectores, la disponibilidad de equipos de gestión profesionales ya experimentados y la evolución de la cultura empresarial abren un nuevo camino para los inversores.

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