Quito colonial
Para muchos es la ciudad más bonita de América del Sur. Un casco colonial casi secreto, pese a ser Patrimonio de la Humanidad, que sigue conservando, sobre todo, el ruido y los olores de un tiempo detenido
El propio emplazamiento hace de ella un caso singular. Acoplada en un zócalo estrecho, entre los pies del volcán Pichincha, coronado de nieves perpetuas, y una falla telúrica muy profunda, la ciudad se ha visto obligada a crecer en forma de cinta: casi 40 kilómetros de larga y apenas unas calles de ancha. A cerca de 3.000 metros de altura, cuando no la velan la niebla o la lluvia suspendida, el aire es puro y cortante, y los colores, eléctricos. Las vistas que se tienen desde la cúpula volcánica y suburbial llamada El Panecillo son extraordinarias: cimas nevadas incrustadas en las nubes, a poniente; una orografía barroca, como de ciudad en volandas, a los pies, y la hoya del Guayllabamba hacia levante, difusamente verde, casi infinita.
La ciudad ha crecido en los últimos tiempos (millón y medio de habitantes), siempre de forma oblonga, la única posible. Con los problemas de toda índole que comporta un crecimiento precipitado. Pero el cogollo primordial, la ciudad colonial que fundaron los españoles, es razonable en su tamaño y (entonces) también en su ubicación. En realidad, Quito tuvo dos fundaciones, dos inicios coloniales, puesto que existía una Quito prehispánica que, en tiempos de la conquista, disputaba honores a la capital del imperio inca, Cuzco. La primera fundación tuvo lugar en agosto de 1534, bastante al sur de su actual emplazamiento; en diciembre de ese mismo año, Sebastián de Benalcázar quiso que su tropa se asentara sobre las ruinas de la ciudad inca.
Y trazó a cordel, como era costumbre, la planta de la nueva urbe. Dejando en el centro un amplio cuadro o explanada para afincar allí las dos patas del poder, la catedral y la casa de gobierno. La Plaza Grande sigue siendo el ombligo de Quito, con ese borboteo de urgencia o necesidad que tienen las plazas mayores. Allí, bajo la ausente mirada de los guardias de gala, tiesos, como de plomo, a las puertas del Palacio de Gobierno, la gente hace un alto en sus compras o quehaceres, se hace lustrar los zapatos bajos los soportales, cubre de ocio los jardines que rodean la columna de los Héroes de la Emancipación (la plaza se llama oficialmente Plaza de la Independencia), y las almas piadosas, que no son pocas, escalan las gradas de la catedral, atraídas por el olor de algún rosario o novena. La catedral, por culpa de un terremoto, hubo de ser recompuesta a finales del siglo XVIII en estilo neoclásico (lo mismo que el Palacio de Gobierno, y por el mismo arquitecto). Es más interesante por ello el anexo Sagrario, antes capilla catedralicia y ahora templo independiente, cuya fachada rezuma los guiños del barroco típico colonial.
En la planta original de Quito ya se hizo hueco a otra plaza, mayor incluso, que estaría presidida por el convento de San Francisco. El que llaman algunos el Escorial de los Andes, por sus trazas de herreriano puro. Pero eso es sólo en la fachada: el interior es la explosión de un volcán sagrado, o un incendio del que brotan y se enroscan todas las voces del oro: el más zafio puede distinguir hasta seis o siete tonalidades distintas, en retablos, artesonados y estofado de imágenes. Junto a la iglesia, el convento -inmenso, en torno a dos claustros- ha sido convertido en museo de arte sacro, cofre singular de la riquísima escuela quiteña.
Esta lluvia de oro que empapa a los pobres en San Francisco sólo es superada, y con creces, en la iglesia de los Jesuitas, un poco más abajo; allí el derroche llega a ser casi obsceno, y los artesones tienen algo de mudejarismo de cabaré o teatro de variedades; la fachada, que mezcla el barroco español y el italiano, es una de las mejores de América. La lista de iglesias y conventos de Quito es casi disuasoria -se la llamó 'ciudad-monasterio', ya que sumaba más de 30 templos o conventos para apenas 25.000 vecinos en época colonial-. Santo Domingo, La Merced, Santa Clara..., algunos cenobios alargan todavía sus muros ciegos como medinas sagradas y recónditas. Y no sólo las iglesias: algunas mansiones coloniales son ahora museos (como las casas de Benalcázar o la del general Sucre). Y están sobre todo las mismas calles, con casi idéntico ambiente al de entonces, las casas y puestos de comida, los tendajos de velas, estampitas y remedios mágicos; los descuideros, al quite; los indígenas, casi invisibles, aplastados bajo fardos que les triplican, caminando, se diría, con los ojos cerrados. Lo que pasa con la Quito colonial es que sigue siendo una ciudad obstinadamente viva.
Localización
Cómo ir. Iberia (900 400 500) tiene un vuelo diario desde Madrid a Quito, a partir de 824,22 euros. Por su parte, Viva Tours ofrece estancias de 5 días / 3 noches en Quito (incluyendo vuelo regular desde Madrid) cuyo precio oscila entre 992,66 euros y los 1.311,63 euros (Hotel Marriott o Hilton) y los 878,251 euros y 209,93 euros (Hotel Radisson o Dann Carlton). Alojamiento. JW Marriott Hotel (Orellana, 1172, y Av. Amazonas, 593 2 2972000) es uno de los establecimientos más modernos de los que se han abierto últimamente en la ciudad, en la parte más animada (La Mariscal). Este hotel cuenta con salas de reuniones y facilidades para ejecutivos, varios restaurantes, health club, etc. Por su parte, el hotel Quito (Av. González Suárez, 2500, 540600), constituye un clásico de la ciudad que ha renovado sus instalaciones para competir con otros edificios más modernos. Lo mejor de este establecimiento es su ubicación, en lo alto de la quebrada donde comienza el Camino de Orellana, con vistas suntuosas, así como con amplios jardines, con piscina incluida. Comer. Tianguez (plaza de San Francisco, 593 2 2954326), un lugar simpático y muy a mano, en las antiguas bodegas del convento de San Francisco, donde se puede probar comida típica, y comprar artesanía de calidad. Las Redes (Av. Amazonas, 845, y Ventimilla, 593 2 2525691), especializada en pescados y mariscos. Cochabamba (en la Ciudad Mitad del Mundo, a las afueras de Quito, 593 2 394263), algo turístico, pero buena muestra de cocina regional, a veces música en vivo.