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Tribuna
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Próxima estación, orfandad

Dos locutores que pusieron sus voces en la megafonía del Metro madrileño andan reclamando a Manu Chao por haberlas utilizado en su último disco Próxima estación: Esperanza. Lo que hace unos años hubiera sido un motivo de orgullo es ahora argumento para una demanda sobre la que deberán pronunciarse los tribunales y la sentencia que dicten creará un precedente lleno de consecuencias. Otra cosa es que los usuarios del Metro tengan esas nuevas facilidades en sus viajes, porque ya se sabe que una de las formas de medir el adelanto de un país es observar la señalización y la especialización del transporte.

En los países más desarrollados los itinerarios están marcados de tal manera que es innecesario andarse con preguntas a viandantes o campesinos, y más aún con la difusión del sistema GPS al que la UE hará competencia con el nuevo Galileo impulsado por nuestra Loyola de Palacio. Además se ha pasado del camión multiuso en cuya caja a la intemperie lo mismo van obreros de la construcción que ganado lanar, muebles, arena, mobiliario diverso o cualquier otra carga, a una estricta especificidad según sus funciones: camiones frigoríficos para los alimentos, camiones cisternas, de paquetería, volquetes, autobuses para viajeros y así sucesivamente.

Otra cuestión relevante y de gran visibilidad son los equipajes. Según aumenta la renta per cápita, disminuye el volumen del equipaje. Los inmigrantes que atraviesan en vacaciones nuestro país para embarcar en los transbordadores de Algeciras rumbo al Magreb llevan inmensos envoltorios sobre la baca de sus automóviles pero los veraneantes españoles se desplazan a sus lugares de destino casi con lo puesto.

Pero dejemos las disgresiones analógicas y vayamos a la cuestión de las predicciones incorporadas de manera irrenunciable a nuestra vida cotidiana. Desde luego, perdido el hábito campesino de barruntar el signo de la temperie mediante la dirección de los vientos, observar las nubes o sacar consecuencias del comportamiento de las cabañuelas, todos estamos a la escucha de la radio o pegados al receptor de televisión para ver los mapas y atender el pronóstico del hombre del tiempo. El hecho es que la civilización de nuestros días es inseparable de las predicciones meteorológicas, energéticas, bélicas, bursátiles, tecnológicas, médicas o estadísticas, por citar sólo ejemplos conocidos. Algunas de estas predicciones tienen bases científicas a partir de las fotografías de los satélites o de otras mediciones. Otras se despliegan de manera más artesanal o intuitiva y quedan a cargo de quienes tienen la condición de zahoríes o el carisma profético más o menos atribuido.

Ahora en España cunden graves pronósticos de orfandad. Está cantado que el presidente del Gobierno, José María Aznar, no será candidato en las elecciones de marzo de 2004 y todo son cábalas sobre quién figurará en la cabeza de las listas del PP. Se habla de los tres tenores -Rajoy, Rato y Mayor Oreja- pero Alberto Ruiz-Gallardón y Ángel Acebes están ya admitidos en el delfinario. El cuaderno azul, sustituto de la pizarra de Suresnes, donde todo está escrito, sigue cerrado. La designación ya está hecha, según reconoció el líder que nos ilumina, pero el designado aún no lo sabe, como les sucedía a los ministros nombrados en la última remodelación del Gobierno sucedida antes del verano.

Pero las orfandades que presagia el horizonte van más allá. Se ha desatado un duelo al sol y a la sombra a raíz del acuerdo entre Vía Digital y Canal Satélite Digital, es decir de César Alierta y Jesús de Polanco, para fusionarse en una sola plataforma capaz de ahuyentar sus diferentes ruinas y emprender un camino de prosperidad conjunta acorde con las posibilidades del país.

La cuestión ha recibido ya el dictamen del Tribunal de Defensa de la Competencia y ha entrado en aguas jurisdiccionales del Gobierno. Entonces, al frente de los disconformes y decidido a impedir la fusión aparece Pedro Zola, bañado en el despecho después de tan eminentes servicios a la causa que ahora dejan de tenerse en cuenta.

Investido de su condición de periodista indomable aunque entre tanto se haya convertido también en empresario próspero, Jota Pedro piensa haber encontrado ayuda providencial en el sobrino de Alierta. La CNMV estudió el caso sin encontrar materia de información privilegiada, pero el fiscal Anticorrupción parece dispuesto a presentar una querella. Tendrá que pronunciarse el fiscal general del Estado, cuya sumisión al Gobierno nadie discute. O sea que Aznar deberá elegir entre salvar a Alierta, a Rato y a sí mismo o avalar a Pedro Zola.

Pedro José se siente a punto de ser expulsado del paraíso, se encuentra en la soledad y juega a fondo muy atento a las actitudes de los colegas. Estamos en la divisoria de las aguas. La cuenta de resultados de El Mundo puede ser esgrimida en su contra, pero estamos advertidos de la orfandad en que quedaríamos si el que se considera único periodista incorruptible, el que lleva a sus espaldas la carga íntegra de sostener la democracia en España, resultara apartado. Veremos.

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