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América latina

Latinoamérica se encuentra en el punto de inflexión

En las últimas semanas, hemos tenido la oportunidad de observar cómo algunos de los focos de incertidumbre que venían acompañando a las economías latinoamericanas han comenzado a disiparse paulatinamente. En esta ocasión, el barómetro de este acontecimiento ha sido la estabilidad que han mostrado la mayoría de sus divisas. Una estabilidad y una menor incertidumbre que bien pudiera suponer la antesala a un mayor dinamismo en la recuperación de estas economías en el medio plazo.

En Argentina, a pesar de la crisis bancaria y cambiaria y el largo etcétera de medidas poco acertadas para combatirla, en los últimos meses parece haberse abierto un nuevo capítulo.

El ritmo de retroceso del crecimiento económico se ha frenado, las tensiones inflacionistas se han atenuado y las reservas internacionales se han incrementado (el Gobierno ha logrado acumular unos 800 millones de dólares en reservas en los últimos dos meses). Y todo esto, gracias al círculo virtuoso que se inicia con la estabilidad del tipo de cambio, que ha permitido anclar las expectativas de inflación y, por lo tanto, aumentar la demanda por pesos y disminuir la demanda por dólares.

Gracias a esta situación, los tipos exigidos a las letras del Banco Central han caído, lo que podría favorecer una lenta reaparición del crédito bancario a corto plazo. A esto hay que sumarle el impacto positivo de una cada vez más cercana firma de un acuerdo con el FMI. La economía Argentina, por tanto, parece haber alcanzado un punto de inflexión. Es verdad que todavía son muchas las asignaturas pendientes y que la recuperación argentina, así como el papel que desempeñará en el contexto internacional, dependerá de las medidas que se adopten en los próximos meses.

En Brasil, tras la victoria electoral de Lula, los mercados han comenzado a mostrar señales de mejora en los últimos meses. El principal problema que acosa a esta economía es de carácter fiscal, un problema que viene arrastrando desde el Plan Real y que, desde entonces, ha cobrado mayores dimensiones como consecuencia de la depreciación del real, los shocks financieros externos y la escasa capacidad de respuesta desde la vertiente del gasto público.

La pérdida de confianza ante la posibilidad de que el entonces candidato de la oposición adoptara políticas de tipo heterodoxas (default de la deuda) agravó la situación. Aunque todavía no se han sentado las bases para garantizar la sostenibilidad de las cuentas fiscales, la finalización del ciclo electoral y los mensajes tranquilizadores lanzados por Lula, asegurando que haría frente a los compromisos internacionales adquiridos por Brasil, han sido recibidos con cierto optimismo, devolviendo la normalidad a los mercados y estabilizando la cotización del real. Unas mejores perspectivas que, en el medio plazo, podrían repercutir en una mejora del escenario económico brasileño.

Por último, en México, aunque la economía no ha abandonado la senda de recuperación iniciada en el segundo trimestre del presente año, la revisión a la baja de las expectativas de crecimiento de la economía estadounidense, con la que guarda una elevada sincronía, la han dotado de cierta fragilidad. Un hecho que ha favorecido la depreciación sostenida del peso, a pesar de los esfuerzos del Banco Central de contener tales movimientos. Sólo el recorte de los tipos de interés 50 puntos básicos por parte de la Reserva Federal, y la consecuente mejora de las expectativas de crecimiento de EE UU, ha puesto fin a tales depreciaciones.

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