Una ofrenda a los dioses
La anguila ha cruzado todas las civilizaciones con un halo de misterio
El curioso historiador griego Agatarcides andaba investigando para confeccionar su Historia de Europa las causas del sacrificio de anguilas en las aras de los dioses que solían hacer los beocios y se dio de bruces con una respuesta que no esperaba: 'La costumbre de hacer sacrificios de anguilas es antigua en nuestro país; la razón de esos sacrificios, ¡oh, Agatarcides! es una de las cosas que a ti nada te importan'. El pobre de Agatarcides hubo de resignarse, y con él la humanidad, y quedarse con las ganas de conocer por qué los beocios ofrecían anguilas a sus dioses, adornadas con flores. Su fama de gamberros y zafios no le impidió valorar las excelentes anguilas que se producían en su región y que vendían a buen precio a sus vecinos los atenienses, relata Lorenzo Millo en El banquete del mar (R&B). Aunque eran mejores las egipcias, sobre todo las que se pescaban en una laguna cercana a Alejandría, que también vendían a los griegos y que también adoraban, dada la extrema religiosidad de este pueblo. Tanta, que los helenos hacían chirigota de la divinización de la anguilla anguillay. Decía Antífanes: 'Se dice de los egipcios, que son sabios por muchas cosas y, en especial, por colocar a las anguilas entre sus dioses. Aunque las aprecian más que a éstos, pues a los griegos nos permiten aproximarnos a sus ídolos sólo con ofrecer una plegaria; en cambio, sólo por llegar a oler una anguila nos piden 10 dracmas'.
Los romanos no escatimaron esfuerzos para colocar las anguilas en el centro de su gastronomía. Fabricaron los primeros criaderos en albercas, donde también producían lampreas y murenas (ya hemos relatado en esta sección las crónicas de Plinio y Varrón, que narran con crudeza cómo los pudientes gourmands romanos arrojaban vivos a los esclavos a estas albercas para alimentar a tan voraces animales).
El extraño mundo de las anguilas (que provocó enormes desvaríos en sabios como Aristóteles, quien en su Historia de los animales cuenta que las anguilas no procrean, sino que nacen de las llamadas entrañas de la tierra, porque estas vísceras de la tierra se forman en sitios donde hay algas y cuando es fuerte el calor concentrado provoca descomposición de muchas materias) recibe cumplido homenaje de Julio Cortázar, que describe el origen de los lentocéfalos de igual extraña manera: 'Entre los 22 y los 30 grados de latitud norte y entre los 48 y los 65 de longitud oeste, el recurrente súcubo del mar de los sargazos era más que el fantasma de un rey envenenado y que allí, inseminada al término de un ciclo de lentas mutaciones, las anguilas que tantos años vivieron al borde de los filos del agua vuelven a sumergirse en la tiniebla de 400 metros de profundidad, ocultas por medio kilómetro de lenta espesura silenciosa, ponen sus huevos y se disuelven en una muerte por millones de millones de moléculas del plancton, que ya las primeras larvas sorben en la palpitación de la vida incorruptible'.