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Futuro
Columna
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Del pesimismo al optimismo, un paso

Las compañías han ajustado su tamaño y empieza a dar frutos. Antonio Morales no descarta nuevas caídas en los índices, pero los cimientos sobre los que edificar el cambio de tendencia ya están construidos

Ya en verano comentábamos la positiva evolución que estaban comenzando a presentar, aunque es cierto que tímidamente, los beneficios empresariales. Recordarán que más del 60% de las compañías habían mejorado sus resultados con respecto al trimestre anterior; pues bien, esta tendencia se ha mantenido y aunque aún vemos caídas en beneficio, revisiones a la baja de estimaciones, es cierto que cada vez son menos.

También dijimos que lo más importante para los mercados era la recuperación de los beneficios, y por fin parece que han tocado fondo de verdad, de lo que parecen empezar a darse cuenta los inversores. De hecho, en un contexto diferente, como el de hace apenas unas semanas, un dato de confianza como el que se dio a conocer a lo largo de la semana en Estados Unidos, el peor desde noviembre de 1993, hubiera provocado una oleada de ventas en los mercados de acciones, con muy graves consecuencias. Sin embargo, en esta ocasión, aunque en un primer momento la reacción fue muy negativa, la calma reinó en los mercados, recuperando gran parte de lo perdido durante la sesión.

¿Por qué están mejorando los beneficios empresariales? La respuesta a esta pregunta es clave a la hora de ver cuál va a ser la evolución de las Bolsas en el corto, medio y largo plazo.

¿Ha mejorado el consumo de las familias? No. ¿Ha mejorado la confianza empresarial? Radicalmente, tampoco. Pero las compañías han ajustado su tamaño, han emprendido planes de reestructuración muy duros, y éstos comienzan a dar sus frutos. Por lo tanto, ahora la necesidad de realizar despidos masivos es menor, y esto a medio plazo debe resultar favorable para el consumo. Los ingresos de las empresas, aunque moderadamente, aumentan. En el último semestre del año pasado, los ingresos caían, arrastrando a los beneficios, mientras ahora se incrementan, lo que supone que los resultados de las empresas han pasado de caer un 20% a crecer.

Además, y a pesar de que insistamos en la importancia de los beneficios empresariales, en Europa la liquidez continúa aumentando, como lo demuestra la evolución de la masa monetaria de septiembre de la zona euro, o el crecimiento del crédito, lo que aleja la sombra de la deflación.

Debemos estar atentos a la evolución de la política monetaria, tanto en Estados Unidos como en Europa. Aunque el consenso habla de recortes en los tipos de interés, no está claro el calendario, pero los movimientos, declaraciones, etc., que se produzcan, tendrán sus consecuencias en la confianza de los inversores.

Es muy posible que volvamos a ver realizaciones de beneficios, que volvamos a ver caídas en los índices, pero los cimientos sobre los que debe edificarse el cambio de tendencia ya están construidos.

Sin embargo, tampoco la euforia es la mejor aliada de los inversores, con lo que la prudencia debe continuar siendo nuestro principal argumento a la hora de tomar decisiones. Llevamos meses leyendo y escuchando que no era buen momento para vender acciones, que era mejor momento para comprarlas. Probablemente siga siendo así, pero la cabeza hay que tenerla fría, y no dejarnos influir por las reacciones en el corto plazo puede ser algo que nos dé alegrías.

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