Competitividad y tecnología
Desde hace meses está vivo el debate sobre el riesgo que para el crecimiento futuro tiene la escasa capitalización de la economía española, con una preocupante pérdida de terreno en stock de capital, tanto tecnológico como de formación de la fuerza de trabajo, según los datos del Banco de España. La semana pasada el propio ex gobernador, el profesor Luis Ángel Rojo, alertaba de ese déficit tecnológico acumulado en la economía española durante los últimos años, tanto por descuido de los poderes públicos como por inacción del sector privado. A esta crítica abierta se sumó ayer la CEOE, al denunciar justamente que el retraso tecnológico es la principal causa de la pérdida, lenta pero incesante, de competitividad de la economía española en los mercados exteriores.
La patronal carga contra los costes, la inflación o la falta de flexibilidad laboral como obstáculos al progreso de las empresas. Cita también la escasez de suelo, pero centra las razones del parón de la competitividad en el déficit tecnológico. Un defecto del sistema productivo del que la patronal responsabiliza por igual al sector público y al privado y que, incluso, cuantifica. Según sus cálculos, serán necesarios 27.000 millones de euros y de cuatro a seis años para recuperar el retraso.
Lo más preocupante es que este desfase se ha acumulado desde 1988, en años en los que el crecimiento ha sido más abultado gracias a las buenas condiciones exteriores, la estabilidad macroeconómica y los bajos tipos de interés nominales. Unas condiciones que no han sido aprovechadas para capitalizar la economía. De no corregir la situación con prontitud, la patronal estima que España tardará mucho en retornar a las tasas de crecimiento de antaño, dado que la pérdida de cuota en el mercado internacional (de un 2% de las ventas mundiales totales en 1998 se ha pasado a un 1,8% en 2001) no es recuperable de un día para otro.
Pero la pérdida de pulso de las empresas hay que buscarla también en la escasa productividad del factor trabajo, que sigue estancada respecto al comportamiento de esta variable en EE UU o la media de la UE, o en la acumulación injustificable de diferenciales de inflación, que encarecen los productos españoles sin elevar su calidad y valor añadido. Como dice la organización empresarial: 'Podemos exportar más unidades, pero nos preocupa que estemos regalando los productos'.
Todo este recordatorio debe hacer reflexionar a las Administraciones tanto como a las propias empresas. Se trata de limar el crecimiento de los precios, aunque buena parte de la inflación la generan los impuestos, según la CEOE, que habla de 'rapiña periférica' al referirse a la carga fiscal autonómica. Pero el Gobierno debe, sobre todo, replantear la política de I+D, tras el estrepitoso fracaso de planes como el Info XXI. Es necesaria la desfiscalización de la inversión en I+D, pues de ella depende el crecimiento y el impulso exportador. La tecnología, el gran acumulador de productividad y riqueza, es la mejor garantía de crecimiento.