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Tribuna
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¿Qué le pasa a la Bolsa?

Ala Bolsa no le ocurre nada. El mercado de acciones se conoce como renta variable, precisamente por eso, porque es variable, y de igual modo que va para arriba va para abajo. Decía Goethe que para la gente todas las épocas de progreso son objetivas mientras que todas las épocas decadentes son siempre subjetivas. Así es. Se ve con la mayor naturalidad del mundo que la Bolsa suba año tras año sin un respiro, batiendo máximos cada dos por tres y, sin embargo, cuando se da la vuelta y cae otro tanto, todo el mundo se mira extrañado. El mercado tiene mucho de andaluz, lo exagera todo, y si va más allá de donde debería en épocas alcistas, en periodos bajistas no iba a ser menos. Con un peligro añadido en este caso, lo que cuesta ganar en años se pierde en dos días.

Una de las cosas que se aprende cuando uno lleva cierto tiempo siguiendo el mercado e invirtiendo su propio dinero -ya que de otro modo no es posible- es que la sabiduría en Bolsa está directamente relacionada con el nivel de pérdidas que uno haya ido acumulando en los años; lo que se pierde en dinero se gana en sapiencia. La pedagogía de las pérdidas bursátiles no se aprenden en ningún máster en finanzas, ni siquiera en la Wharton School de Pennsylvania.

Lo que hace falta saber para invertir en Bolsa, me comentaba recientemente un buen amigo con más de 25 años de experiencia en los mercados, es muy poco, pero cuesta muchísimo aprenderlo. Con los años, continuaba, uno llega a la conclusión de que los grandes principios de la vida -ésos que todos conocemos, pero que pocos practican- son también plenamente válidos en el caso de los mercados financieros. ¿Que cuáles son esos principios? Sentido común, humildad, disciplina, paciencia, serenidad, mucha prudencia... y poco más.

Sentido común para no dejarse arrastrar por las histerias colectivas, tanto compradoras como vendedoras. Ubi multitudo, ubi malum (donde está la multitud está el mal): los ignorantes, por ser muchos, no dejan de ser ignorantes. Lo que está ocurriendo no es algo nuevo. Cualquiera con un poco de memoria recuerda episodios similares. Ni es la primera vez ni será la última.

Humildad para no creerse que uno sabe mucho. Al éxito siempre se le encuentra justificación. Si gana dinero, pensará que sabe mucho, aunque no tenga ni puñetera idea. En Bolsa, unos saben más que otros, pero todos, en general, muy poquito. Tampoco se fíe demasiado de los expertos. Galbraith solía decir que hay dos clases de economistas, 'los que no tenemos ni idea y los que no saben ni eso'.

Disciplina Una de las asignaturas más difíciles de aprobar es la de aprender a vender con pérdidas. Fíjese niveles máximos de pérdida que está dispuesto a asumir, tanto si invierte a corto como a largo plazo, y una vez que se alcancen, no sea cabezota y venda. Es mejor perder que perder más. Lo mismo con las ganancias, alcanzada una rentabilidad razonable liquide sus posiciones parcialmente y suba los stops de venta. Si la subida es en vertical, venda todo, olvídese de ese valor y no lo mire más.

Paciencia para saber esperar. Una cosa es invertir y otra muy distinta, especular. Lo que diferencia un concepto de otro es principalmente el factor tiempo. Invertir es rentabilizar el ahorro a medio y largo plazo; especular es pretender que una cantidad de dinero se convierta en mucho en poco tiempo. Invertir y ganar no es complicado; especular y acertar, sí. Recuerde aquello que afirmaba Mark Twain: 'Hay dos momentos en la vida de un hombre en que no debería especular: cuando no se lo puede permitir y cuando puede permitírselo'.

Prudencia, la precaución rara vez se equivoca. En Bolsa, toda prudencia que se tome es poca. La Bolsa, en cierto modo, recuerda a la ciudad de la City: aunque salga el sol, uno nunca las tiene todas consigo. A la mínima empieza a chispear y, cuando uno se quiere dar cuenta, ya está diluviando. Las crisis llegan sin avisar.

Serenidad para no perder los nervios. No hay que precipitarse al comprar (a veces lo mejor es no estar en mercado) ni al vender (algunos disparan primero y apuntan después). Las prisas juegan malas pasadas.

Pero ¿compro, vendo o espero? Seguramente usted, inversor, lleva tiempo haciéndose esta misma pregunta. Tranquilícese, no es el único. Si la Bolsa va a subir o bajar y hasta dónde no lo sabe nadie y, si lo supiese, tampoco lo contaría y se quedaría en casita en pijama y zapatillas comprando y vendiendo por teléfono o Internet. En Bolsa todo es posible, hasta lo lógico.

La Bolsa sube cuando más gente quiere comprar que vender y baja cuando sucede lo contrario. Y muchas veces, lo que se esconde tras esas subidas y bajadas no es más que un sentimiento de mercado que poco tiene que ver con la realidad, pero que es así y basta. ¿Qué hacer entonces? Dependerá de cada caso particular.

Si todavía no está en mercado:

Convendría ir tomando posiciones en renta variable, no pensando en los próximos dos, tres o diez meses, sino entre tres y cinco años. Tal vez en los próximos días entre en pérdidas, pero en ese periodo hará dinero.

No invierta todo de golpe por si vemos nuevas caídas, lo que aprovecharíamos para volver a entrar a precios más baratos.

Por si nos equivocamos y la caída se pronuncia mucho más, fíjese niveles máximos de pérdida que esté dispuesto a soportar. Alcanzados, venda sin pensárselo dos veces.

Compre un negocio, no una acción. Hay personas que compran títulos de la empresa XYZ porque le han dicho que es una buena oportunidad y no saben si vende bocadillos o lavadoras.

Valores, los de siempre, los grandes. Si la Bolsa se recupera, ellos serán los primeros en subir.

Si está perdiendo dinero (que es lo normal):

Probablemente, para recuperar lo que lleva perdido, tendrán que pasar años, por lo que no queda más que asumir con resignación que uno se ha equivocado y ya está.

Aprenda de los errores: la historia no sirve para nada, pero el que no sabe de historia no sabe de nada. El pasado sirve, no tanto para acertar en el futuro como para evitar caer en los mismos errores en los que uno tropezó con anterioridad.

Y, no se olvide, 'el mayor enemigo del inversor es él mismo' (Wall Kelly). Nos empeñamos en complicarnos la vida a cada instante. Somos víctimas de nosotros mismos.

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