Los bajistas se hacen alcistas
Los clásicos filosofaban en sus manuales a menudo sobre los estados de ánimo y de humor de los participantes en los mercados, como elementos que influyen de manera especial en el proceso de formación de los precios. A veces, incluso más que los propios datos fundamentales de las compañías cotizadas. Son análisis forjados y perfeccionados mediante la observación histórica.
De ahí proceden acuñaciones como las del efecto manada, que no es otra cosa que la histeria colectiva, tanto cuando suben las Bolsas como cuando bajan; las teorías del sentimiento contrario, que demuestran que los mercados suelen hacer justo lo contrario de lo que espera la mayoría, y, también, la de los gafes o aguafiestas, como parroquianos que van con el pie cambiado.
En los últimos 13 días se ha producido, así, un cambio espectacular en los criterios, decisiones y apuestas de estos singulares personajes de la inversión en Bolsa. Hasta el 10 de octubre, fecha que marca el mínimo del año, al menos hasta ahora, el sentimiento bajista tenía precedentes escasos. Pocos días después, los que más han pregonado la baja se han vuelto alcistas. Principalmente quienes siguen empeñados en acotar resistencias y soportes y trazar líneas en los gráficos.
Los clásicos dicen que es muy negativo para los mercados el intercambio de papeles entre los participantes y, ante todo, que los bajistas, generalmente personas apesumbradas y con visión negativa secular del entorno, se vuelvan eufóricos de repente.
El seguimiento de esta circunstancia, pura actitud psicológica, adquiere en estos momentos una relevancia especial debido a la escasa presencia de inversores finales en los mercados y al uso y abuso que hacen los profesionales con los derivados, posiciones apalancadas y, en numerosas ocasiones, con movimientos propios de juegos de azar.