Luces y sombras del Presupuesto
David Vegara analiza los Presupuestos Generales del Estado para 2003, que están en pleno trámite parlamentario. El autor hace hincapié en que el Gobierno debería extremar la transparencia
Es difícil seguir en este país la discusión económica más importante que hay cada año, la del proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PPGE). Mientras nuestros representantes políticos se enzarzan en la discusión de a qué y cómo van a dedicar los recursos que el Estado y la Seguridad Social recaudan (casi el 30% del PIB), las televisiones públicas nos deleitan con partidos de fútbol y jóvenes cuyo legítimo sueño es cantar en un estadio repleto y nos ofrecen algunos ejemplos de esgrima política en los pocos minutos que le dedican al tema en los informativos.
Y el caso es que la discusión de cómo se gasta casi el 30% de la riqueza generada en el país es sin duda importante. Quizá las virtudes y defectos del PPGE que desde diversos frentes más se han destacado sean, en primer lugar, que las cifras no son creíbles; en segundo lugar, que se reduce el IRPF; en tercer lugar, que se mantiene el esfuerzo inversor, y finalmente, que se alcanza el equilibrio presupuestario.
Para cada uno de estos puntos puede realizarse, al menos, una reflexión.
Sorprende que no sólo la oposición y los sindicatos, sino también los círculos empresariales critiquen las cuentas públicas para 2003
Respecto a las grandes cifras contempladas en el proyecto de Presupuestos, ha resultado sorprendente que no sólo la oposición y los sindicatos, sino también desde círculos empresariales, se haya criticado que las grandes magnitudes macroeconómicas manejadas no parecen razonables y que, en consecuencia, se pondría en peligro el cumplimiento de las cifras de ingresos y gastos previstas.
Aunque, en efecto, con la información disponible actualmente, no parece factible que ni la tasa de crecimiento del PIB real alcance el 3% ni que el IPC descienda hasta el 2% (aunque este último dato no figura en el PPGE sí figura una previsión del 2,8% para el deflactor del PIB), podría afirmarse que, en la práctica, todo esto podría ser poco relevante: podría observarse un crecimiento real del 2% y una inflación del 3,5% y el crecimiento de los ingresos en términos nominales podría alcanzar sin dificultades el nivel previsto, mientras que los gastos no tendrían por qué dispararse, lo que dejaría las cosas (al menos a efectos de cumplimiento del Presupuesto el próximo año) sin demasiados cambios.
Respecto a las modificaciones en el IRPF, cabría decir que, mientras el Gobierno no propor- cione estimaciones precisas de qué recaudación adicional se ha obtenido desde la reforma de 1999 por el hecho de no haber ajustado las tarifas a la inflación, quizá debería hablarse más de devolución fiscal que de reforma fiscal.
El mantenimiento del esfuerzo inversor en capital público es fundamental para acortar nuestra distancia en muchos campos con los principales países europeos. Pero no debe olvidarse que una parte muy importante de la inversión pública se hace en proyectos cofinanciados por la Unión Europea (UE), en los cuales el esquema es algo parecido a 'yo invierto si tú inviertes', es decir, que solamente reciben financiación si el Estado de destino financia un porcentaje del total. En consecuencia, resulta algo sorprendente que desde el Gobierno de un país como España, que es un receptor neto (y muy importante) de fondos de la Unión Europea, se imparta doctrina sobre la falta de disciplina fiscal de otros países que financian, entre otros gastos, la inversión pública en nuestro país.
Antes deberíamos preguntarnos: ¿cuánto dinero de más nos gastaríamos si no dispusiéramos de estos fondos?, y, en particular, ¿estaríamos cerca del equilibrio presupuestario?
Esto me lleva al último tema, el del llamado déficit cero. Aunque efectivamente las cuentas se presentan con un volumen de gastos igual al de ingresos, sería de agradecer que el Gobierno extremara la transparencia en temas como avales, aumento de la deuda de empresas públicas que antes se financiaban vía presupuesto, aportaciones de capital y concesión de préstamos por el Estado.
Considerando todo esto, ¿sería el Presupuesto para 2003 tan restrictivo como aparenta? Posiblemente tengamos que esperar un año más para tener la información y rogar que el día del debate del proyecto de Presupuestos Generales del Estado de 2004 no haya fútbol.