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Relaciones Laborales
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Jóvenes y mercado de trabajo

Un reciente curso organizado por el Consejo Andaluz de Relaciones Laborales en la Universidad de Huelva ha reclamado nuestra atención respecto de uno de los sectores más problemáticos y desfavorecidos en el mercado de trabajo, el de los jóvenes. El estudio de la realidad social, en lo que se refiere a los trabajadores jóvenes, nos pone de manifiesto un panorama bastante descorazonador, al que por necesidad debemos ser sensibles si queremos evitar un verdadero problema social.

La población española no es ya particularmente joven, pero sí hay muchos jóvenes en su mejor momento para iniciar una carrera profesional. La fase de formación antes de entrar en el mercado de trabajo dura cada vez más tiempo. Disponemos de un colectivo de trabajadores en una edad ideal para entrar en el mercado de trabajo y con una formación excelente. Sin embargo, los datos que nos arroja el mercado de trabajo español destruyen todas nuestras expectativas. Las cifras del desempleo de estos jóvenes son elevadísimas, desgarradoras.

Siempre se ha pensado que el principal problema del mercado de trabajo español es el desempleo, y hoy esto quizás no sea tan cierto. En este principio de siglo, tan grave como el paro es la precarización del empleo, que tiene sus propias perversas consecuencias y que golpea especialmente a los jóvenes. De la misma manera, el alto nivel de desempleo se ve agravado por su desigual distribución, que hace que se concentre en determinados sectores de la población, entre los que están, una vez más, los jóvenes.

La situación de los jóvenes en el mercado de trabajo no sólo constituye un problema en sí misma, sino que se está convirtiendo en la causa de importantes cambios en los comportamientos sociales, algunos de ellos muy evidentes. Así, por ejemplo, se han alterado las pautas de ingreso en el mercado de trabajo, que se retrasan como consecuencia de la falta de expectativas. El sistema educativo se convierte, muchas veces, en un refugio ante esta ausencia de oportunidades de empleo, y las decisiones sobre entrada y salida del mercado y de la formación quedan desvirtuadas.

Las españolas son, junto con las británicas, las europeas que tienen más tarde su primer hijo. Esto produce también una reducción vertiginosa de la natalidad en España, que se encuentra entre las más bajas del mundo.

Edad de frustración

Aunque en este fenómeno incide una pluralidad de causas, la situación del empleo para las jóvenes españolas es desde luego un factor determinante. La edad de emancipación se ha retrasado considerablemente en los últimos años y hoy es una de las más elevadas de Europa.

Las causas de esta situación son, desde luego, múltiples y muchas de ellas son difíciles de afrontar: el funcionamiento natural de la curva demográfica, desde luego, y la situación general del mercado de trabajo, con profundas desequilibrios entre oferta y demanda de trabajo. Pero también las carencias del sistema educativo, que hace gala de una notoria insensibilidad, por no decir impermeabilidad, a las necesidades formativas del mercado de trabajo en el presente.

Hay chistes que no merecen contarse como tales, por lo conocidos y por lo tristes que resultan. Como aquel que decía que Jesús era español, porque a los treinta años no tenía trabajo y seguía viviendo con sus padres. No es cosa de risa, es uno de los principales problemas a los que se enfrenta la sociedad española en el siglo XXI, que pone de manifiesto la capacidad de nuestra comunidad de integrar y satisfacer a todos sus miembros.

La juventud es una edad de ilusiones y desafíos, una edad para ser feliz. No podemos permitir que la situación de la economía y del empleo la conviertan en una edad de frustración y desesperanza. Los jóvenes se enfrentan ya a suficientes incertidumbres, inseguridades y dudas como personas como para que les obliguemos a soportar el 'horror económico', en la expresión acuñada por Forrester, de un mercado de trabajo sin expectativas, que no les permita realizarse como personas y ciudadanos.

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