Competitividad degradada
El aumento de las incertidumbres en el escenario económico internacional, con la revisión a la baja de las tasas de crecimiento en EE UU y la UE, el agravamiento de las tensiones en América Latina, una recuperación del comercio mundial que tampoco llegará en lo que resta de ejercicio y la amenaza de la guerra en Irak están generalizando un clima de pérdida de confianza entre los empresarios y los consumidores de los países industrializados. Su primera consecuencia ha sido el fuerte crecimiento de las quiebras y suspensiones de pagos de las empresas. Una siniestralidad empresarial que en España ha crecido un 50% en el primer semestre de este año. En todo el mundo, ha afectado en ese periodo a 124 compañías multinacionales con facturación superior a 100 millones de euros y ha supuesto la pérdida de más de medio millón de puestos de trabajo.
Es este difícil panorama el que ha llevado a la patronal española, CEOE, a iniciar una profunda reflexión sobre la situación competitiva de las empresas para afrontar un contexto internacional de recesión, además del incremento de la competencia derivado de la globalización de los mercados. Se trata de una iniciativa loable, que se plasmará en los próximos días en un documento de análisis y propuestas, pero cuyas primeras conclusiones han encendido la luz roja sobre el debilitamiento del sector exterior por la pérdida de cuota de mercado mundial de la exportación española.
Los datos, recogidos de los últimos informes del FMI y de la OMC, que maneja también el Ministerio de Economía, no pueden ser más concluyentes. En los tres años de vigencia de la unión monetaria, las exportaciones españolas han perdido en valor un 10% de cuota de mercado, pasando de aportar el 2,01% del comercio mundial en 1998 a sólo el 1,8% en 2001. Periodo este en el que, además, la competitividad en precio de nuestros bienes ha sufrido un deterioro de 5,2 puntos en los mercados de la UE por el repunte inflacionista.
Es verdad que la equivalencia entre competitividad y precio está ya superada en los países industrializados. También que, en la posición competitiva, además de precios y costes tienen mucho peso factores como fiscalidad, productividad, calidad e innovación tecnológica. Pero los datos de Eurostat muestran cómo la productividad de la economía española se ha reducido un 5% respecto a la media comunitaria entre 1993 y 2001, mientras que los avances tecnológicos están paralizados los últimos años.
Con todos estos factores adversos, y ante la imposibilidad de recurrir a la política monetaria para combatir la inflación, las medidas de fomento de la productividad que pide la CEOE para compensar los diferenciales de precios con nuestros competidores parecen una fórmula más que razonable. Es urgente situar la economía española en condiciones de recuperar la competitividad perdida para evitar ajustes indeseados en el consumo y, sobre todo, en el empleo.