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Miradas digitales
Tribuna
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El riesgo de 'hiperregular'

Orwell, aquel lúcido escritor que adivinó con garbo literario la evolución del imperio soviético y vaticinó con certeza y cuatro lustros de adelanto el mundo que se nos venía encima, dejó escrito en su Rebelión en la granja que todos los animales son iguales, pero que algunos son más iguales que otros.

Lo comprueba cada accionista de Terra que patalea en los foros intentando explicarse por qué nadie hace nada cuando se tapona la subida de su acción entre la euforia general o porque todo el mundo asiste contento a un comunicado en el que se anuncia una hipotética opa sobre Avánzit de la que nadie sabe nada y se catapulta el valor alegremente un 50 % sin que ninguna autoridad competente considere eso una manipulación similar a la que llevó a perseguir a un forero por alardear de información privilegiada sobre Zeltia en un foro.

Por si a alguien le quedaba alguna duda, desde siempre en la Bolsa se le llama cuidador a quien, en connivencia con la empresa que le contrata, cuida mucho de que un valor determinado no fluctúe libremente en el mercado, realizando operaciones que dirijan la evolución del mismo según la conveniencia de quien proceda. Es evidente que si una entidad financiera aconseja la compra de un valor, simplemente porque es la encargada de 'cuidar' su cotización, camina por aguas turbulentas. Pero jamás ha habido denuncias abundantes por extremos como el comentado.

Y eso ocurre porque las leyes financieras son tan abstractas y dadas a la interpretación que permiten miles de resquicios por los que se generan situaciones como la que recientemente ha hecho temblar a todo un imperio: el hecho de que una misma firma sea auditora y consultora al tiempo de la misma compañía.

Y esta semana hemos asistido a la puesta de largo de una ley, la de la sociedad de la información, que parece haberse tejido con los mismos mimbres que encontramos en el parquet. Lo ha reconocido el propio ministro de Ciencia y Tecnología pidiendo 'calma y tranquilidad' a las empresas, porque las leyes 'están para aplicarse desde el sentido común'. Pero nadie sabe si es común ese sentido entre nosotros y quien nos gobierna. Entre otras cosas porque las declaraciones del ministro se debían a la actitud preventiva de cientos de webs que cerraron este mes para no tener que lamentar una multa de, pongamos, 150.000 euros. Porque, obviamente, no se habrían legislado multas desorbitadas si no se pretendieran aplicar. Si a todo esto unimos en la misma semana una campaña publicitaria sobre la intensificación de las multas por no usar el cinturón de seguridad en el asiento trasero de nuestros vehículos, hasta el Lazarillo de Tormes hubiera optado por poner el candado a su página web.

El tema ha tenido tanta repercusión mediática en el extranjero (www.theregister.co.uk/content/6/27589.html) como nuestro producto más exportado: los bailes ridículos asociados a canciones melódicas de dudosa calidad. Ahí están para ratificarlo los registros mercantiles que no sabían esta semana como registrar una web comercial (exigencia del artículo 9 de la ley) o el secretario de Estado de Telecomunicaciones, López Blanco, quien opinaba juiciosamente que el mayor riesgo para la red es la 'hiperregulación' y pedía a la sociedad un esfuerzo por 'establecer un sistema natural de autorregulación', mientras su Gobierno ponía en marcha una ley acusada de 'hiperreguladora'. Como siempre, unos predicando y otros dando trigo. ¿Y el sentido común?

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www.prosperomoran.com

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