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Tribuna
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Brasil, el pesimismo engendra pesimismo

El pesimismo engendra pesimismo'. Esta frase, tan corta como real, no debería olvidarla gran número de personas que colaboran en los medios de comunicación y pueden causar daño, sin quererlo, a personas, empresas y países. Son muchos los ejemplos, pero en aras de la actualidad me referiré al traído y llevado tema de las elecciones brasileñas. Si usted pregunta por las causas de la inestabilidad de los mercados financieros y de valores, será muy normal que le respondan con frases como: 'La incertidumbre política de Brasil', 'el posible triunfo de Lula' o 'el acceso al poder de la izquierda marxista'.

Terminó la primera vuelta sin que Lula alcanzara la mayoría absoluta. Pues bien, ahora se dice que 'la incertidumbre continuará hasta el 27 de octubre'. ¿Y sabe usted lo que le dirán en esa fecha? Pues muy posiblemente que 'la incertidumbre continuará hasta que se elija el nuevo equipo de Gobierno'. Y así sucesivamente. ¡Seamos serios! ¿Por qué no vemos los puntos positivos de ese gran país, que superan con creces los aspectos negativos que están además en un proceso claro de mejora? Veamos algunos:

Brasil es la octava potencia industrial. Como ejemplo sirva que el PIB de Argentina equivale al del Estado de São Paulo; el de Chile, al de una comarca del Estado de São Paulo (Grande Campina), y el de Uruguay, al del barrio de Santo Amaro, en São Paulo.

Tiene una democracia absolutamente consolidada.

Presenta un contexto macroeconómico con buenos fundamentos.

Brasil no es Argentina y tiene una deuda pública razonable en relación con su PIB. Además, es en su mayoría interna. La externa apenas alcanza el 18% del total y está nominada en reales.

Brasil tiene un crecimiento sostenido y sustentable. Los últimos 15 trimestres mantuvo superávit primario, con una balanza comercial positiva de 5.000 millones de dólares (7.000 millones a final del año y 17.000 millones en 2003).

Brasil supone el 65% del PIB de Mercosur, al que Lula considera prioridad en política exterior. Tiene con la UE el 35% de su relación comercial y sólo el 25% con Nafta.

Brasil es el primer país receptor de la inversiones extrajeras de EE UU, Francia, Alemania, España, Italia, Holanda…

Brasil ha realizado y realiza una política económica y de apertura al exterior bien dirigida por su presidente, Fernando Henrique Cardoso, apoyado por un gran equipo político y económico integrado por personas como Pedro Malan, Arminio Fraga y Pedro Parentes.

Sus cuadros empresariales que nada tienen que envidiar a los de las de las empresas europeas y norteamericanas.

Es un gran mercado. Tiene más de 10 millones de usuarios de Internet y el 95% de las declaraciones de renta fueron enviadas por la Red; es el séptimo mercado de vehículos y el duodécimo en producción; el segundo mercado del mundo en jets privados y helicópteros, en microondas y en teléfonos móviles. Cerró 2000 con más de 35 millones de líneas telefónicas, en las que es el quinto país del mundo.

Brasil tiene ISO 9000 en más de 10.000 empresas.

Su pueblo no quiere pasar más por el calvario de la hiperinflación y el tipo de cambio fijo y no desea grandes cambios en la política económica, y los políticos lo saben.

Y todo ello no supone desconocer puntos negativos:

Fuertes desequilibrios sociales y de renta. Tiene 32 millones de pobres, pero ya hay 119 millones de personas integrando una clase media emergente.

Enseñanza media con deficiencias, que impide a las clases humildes acceder en muchos casos a una muy buena universidad, aunque el 95,7% de los jóvenes entre 7 y 14 años frecuenta la escuela.

El importe del servicio de la deuda.

Una reforma fiscal pendiente. No hay IVA y sí más de 50 impuestos en cascada y regionalizados, y el CPMF es un tributo irracional.

Una justicia lenta, con 14.100 magistrados para un país de más de 170 millones de habitantes y con exceso de recursos procesales e instancias.

Un inadecuado sistema de pensiones.

La volatilidad de su moneda.

Insuficiente venta de su gran país. James Heckmann, Nobel de Economía en 2000, decía que 'el mayor problema de Brasil es la baja autoestima del brasileño'.

Pero todos estos aspectos negativos quedan capitidisminuidos por los positivos indicados y, sobre todo, porque todo el pueblo brasileño quiere cambiar la tradicional frase de que 'Brasil tiene un gran futuro que no llega' por la de 'Brasil tiene ya un prometedor presente y un mejor futuro'. Y ello con Lula o con Serra es indiferente. Ayudemos a este gran país, que se lo merece, y descubramos a los que están engendrando pesimismo al socaire de una mal entendida globalización y que no están, sin duda alguna, en el hemisferio sur.

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