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Viajes

La primera mañana del mundo

Ocultos en el venaje laberíntico del delta, hay todavía indios sin contacto con los 'racionales' (blancos). Descender el Orinoco en curiara hasta su inmenso escondrijo es una aventura

Todo es aquí vasto, inaccesible, fantástico. La desembocadura del río abarca un frente como desde Cádiz a Almería, con 22.000 kilómetros cuadrados a sus espaldas. Es el delta Amacuro, o delta del Orinoco, formado por ese río serpentino y viejo que al morir se multiplica en 36 caños grandes, entreverados a su vez por más de 600 caños o caces menores, y estrangulando entre sus venas palustres a millares de islas. Un reino anfibio en el que pulula tan violentamente la vida que el hombre se siente casi aherrojado: poco más de un habitante por kilómetro. En realidad, se puede navegar horas y horas por ese laberinto acuático sin encontrar un solo palafito.

El delta Amacuro tiene tratamiento de territorio federal, dentro de la región de Guayana, al sureste de Venezuela; un área cuya extensión equivale a la de todo el territorio español. La espina dorsal de tan vasta geografía es el Orinoco, padre de nuestra tierra, en warao. El río nace en la profunda raya con Brasil y recorre 1.460 kilómetros antes de verterse en el océano. Cuando empieza a dibujar el abanico del delta, el río grande o tronco principal puede alcanzar en ocasiones una anchura de 27 kilómetros. El padre Orinoco rige la vida en el delta. Ese mundo anfibio es la patria huidiza de los indios warao, la etnia más numerosa de Guayana (unos 17.000 individuos).

Los habitantes de estas soledades viven en escuetos palafitos aupados sobre las márgenes. Exactamente igual que cuando los primeros españoles se internaron en el misterio de estas selvas pantanosas con la ambición de encontrar Eldorado (aquí se fraguó la leyenda). Igual exactamente que cuando Humboldt realizó, al expirar el siglo XVIII, la primera expedición científica a esta parte de la tierra. Warao (o guaraúno) quiere decir hombre de la canoa. La curiara, un tronco de árbol desventrado, es como el emblema de su cultura. Estos indios vinieron del noroeste, huyendo de los feroces caribes, en una emigración precolombina, y hallaron en los caños e islas fluviales un seguro escondrijo.

En Puerto Ordaz, llamada hoy Ciudad Guayana, comienza la aventura

El río les ofrece vida. La pesca es su quehacer. También cazan algo, si puede llamarse caza (y no recolección) a la provisión de tortugas, cangrejos, lapas, iguanas, chigüires, váquiros, paujís y algunas aves. También recogen frutas y miel silvestre. Los misioneros capuchinos les enseñaron algo de agricultura. En las islas de los caños cultivan conucos, pañuelos de tierra de donde sacan yuca dulce y amarga, batata, arroz o plátanos.

Sus pueblos nunca sobrepasan algunas decenas de individuos. Al jefe lo llaman gobernador (reliquia léxica de la conquista) y las aldeas grandes cuentan además con su propio brujo. Viven semidesnudos, cubiertos apenas con ropa que las misiones se aprestan a repartir. Hundidos en sus chinchorros (hamacas), bajo techos de palma y sin paredes, el tiempo parece no existir para ellos. Lo único que parece haber cambiado desde la época de los conquistadores y de Humboldt es su fea manía de almorzar carne humana, exquisita según decían. Ya no hay peligro de canibalismo. Al contrario, estos waraos son tímidos, casi invisibles. Todavía existen poblados en el delta que no tienen contacto con el hombre blanco. Huyen, se ocultan en la selva, hasta que los racionales (hombres blancos) se retiren de sus chozas y se alejen en sus ruidosas lanchas.

El trajín de ciudades fundadas por españoles y arrasadas por holandeses e ingleses, una y otra vez, es una constante en la historia de la Guayana. Por ello ordenó la Corona española edificar los llamados castillos de Guayana. La primera ciudad fundada en 1595 se desplazó aguas abajo, llamándose Angostura (por el estrechamiento del río en tal lugar); sería base de operaciones del libertador Bolívar, y por ello trocaría su nombre por el de Ciudad Bolívar. Que es pues la urbe histórica de Guayana, y capital del Estado de Bolívar. Pero en tiempos recientes (1962) se creó una nueva población, aguas abajo: Puerto Ordaz, llamada hoy Ciudad Guayana, en la confluencia del Orinoco con su afluente el Caroní. Para el turista que se atreva, ahí comienza la aventura, o más exactamente, en el poblado de Piacoa. Días enteros de navegación, durmiendo en precarios campamentos, hasta llegar a San Francisco del Guayo, en la raya casi con el océano. Navegando por los caños inundados de silencio, entre el sordo aleteo de las garzas o el chapoteo asustadizo de los caimanes, frente a la enigmática sonrisa de un pescador solitario en su curiara, uno piensa que deben de ser éstos los últimos despojos del paraíso perdido. O por lo menos, uno de los últimos reductos que le quedan al planeta de inocencia primordial.

Localización

Cómo ir. Dadas las muy especiales circunstancias del lugar, lo aconsejable es ir por supuesto en viaje organizado por agencias con experiencia y buenos guías. Se puede contratar el viaje con agencias locales, como Orinoco Tours (582 9592422), pero lo más cómodo y económico es contratar el paquete desde España, incluyendo el vuelo hasta Venezuela y los vuelos interiores. La agencia De Viaje (Serrano, 41, Madrid, 91 5779899) propone varias opciones, entre ellas un paquete de 11 días en la zona del delta, a partir de 2.698 euros. Un poco menos de aventura pero más comodidades contienen los programas de la mayorista Viva Tours: Venezuela espectacular, que incluye otros parques nacionales y dura 11 días/9 noches, con salidas diarias desde España en vuelo regular de Iberia, cuesta entre 2.298,62 y 2.800,97 euros, según las fechas (incluidas también las comidas). El programa Contrastes de Venezuela es similar en cuanto a los destinos visitados, pero dura 13 días (11 noches), y cuesta entre 2.274,07 y 2.723,78 euros según las fechas (también se incluyen las comidas). La mayorista Catai ofrece el programa Descubra Venezuela, 9 días visitando Los Roques, Canaima e Isla Margarita, a partir de 2.313 euros, con una extensión de tres días al Delta del Orinoco por 699 euros.

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