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Futuro
Columna
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Lincoln y los conflictos

Con la situación actual de los mercados, no es fácil volver a la aplicación de una norma que evite los potenciales abusos de los bancos de inversión. Santiago Satrústegui explica su visión

Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo. La frase de Abraham Lincoln es un buen punto de partida para afrontar el tema de los conflictos de intereses dentro de las organizaciones y el desarrollo de los manuales de buen gobierno corporativo. Si analizamos la máxima del viejo presidente americano encontramos que, aunque su postulado final es altamente esperanzador, en la línea de aquellos que creen que el tiempo pone a todas las cosas en su sitio, incluye una afirmación muy dura en el segundo elemento. ¡Es posible engañar a algunos durante todo el tiempo!

Precisamente por ello las distintas legislaciones deberán actuar en las empresas de servicios de inversión y en las empresas que coticen en algún mercado organizado, ya que, si se espera a que el paso del tiempo corrija los excesos, esto podría suceder demasiado tarde y además siempre existiría el riesgo de que se cumpla el segundo postulado de Lincoln.

En el año 1933 Carter Glass y Henry Steagall regularon la separación de los negocios de banca comercial y de banca de inversión en una norma llamada Glass-Steagall Act que fue uno de los pilares de la regulación bancaria americana hasta el año 1999. Fue precisamente en el cenit de la burbuja financiera cuando los principios de separación de las distintas actividades financieras se relajaron y de los resultados de esta decisión todavía nos estamos recuperando.

Contar con un mercado de valores totalmente eficiente que fuera capaz de financiar cualquier proyecto era una de las claves del círculo virtuoso de finales de los noventa, y, probablemente por esa razón, se premió al propio mercado, o al menos a sus participantes, con una mayor libertad que en muchos casos no se utilizó correctamente.

Parece claro que parte de la solución estaría en volver a la aplicación de una norma que, mejor o peor, ha prevenido los abusos potenciales de los bancos de inversión, pero en la situación en la que se encuentran los mercados ahora esto no es tan sencillo. Por un lado, el endurecimiento de la norma implicaría costes adicionales para las entidades, y, por otro, cualquier regulación que se pretenda implantar debería ser suficientemente global y eso ya no es tan sencillo.

El conflicto de intereses, sobre todo la forma de manejarlo dentro de las organizaciones, ha sido y seguirá siendo una de las claves de la satisfacción de los clientes, objetivo primordial al menos en el discurso de todas las organizaciones. Pero cuando en una organización conviven clientes de distintas características y con intereses enfrentados, en algunos casos aumenta exponencialmente el riesgo de que los clientes más débiles, casi siempre los inversores, se vean perjudicados.

Ahondando en lo mismo, el presidente de Goldman Sachs ha reconocido que la presión de los clientes de banca de inversión (las empresas que salían a Bolsa), sobre los analistas les llevaron a emitir recomendaciones demasiado optimistas. La opinión de un analista sobre cuál debe ser el precio adecuado de una empresa es un ejercicio ligado a la independencia, que debe reflejar cuál es su visión personal al respecto. Tratar de que el conflicto de intereses se regule cuanto antes es un camino mucho más rápido para la recuperación de los mercados que esforzarse inútilmente en demostrar su existencia. En el futuro, los algunos van a ser ya muy pocos.

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