Los errores de un conferenciante
Para irrigar las tierras no basta tener una represa de agua. Debemos tener, además, los canales. De la misma forma, para enseñar no basta tener conocimientos en la mente, debemos tener la capacidad de transmitirlos eficientemente al espectador. Hace poco asistí a un congreso internacional donde expusieron los principales gurús del management. Sin duda, algunos expositores hicieron un magnífico trabajo logrando interés y aplausos del público. Otros, en cambio, lograron dormir a más de uno y provocaron una estampida masiva de participantes hacia la zona del café. ¿Qué hace que un presentador decepcione a su auditorio? A continuación detallo algunos errores de un conferenciante:
Empezar pidiendo disculpas. Hay muchos aspectos que pueden fallar en una presentación: el equipo multimedia, el micrófono, los vídeos o la iluminación. Pero nunca empiece disculpándose. Durante los primeros 30 segundos de su exposición, los participantes formarán una opinión suya como presentador. El ser humano es prejuicioso por naturaleza; le molesta la ambigüedad y encasilla en moldes mentales a las personas. Así, rápidamente, ubicará al presentador bajo el esquema de seguro e interesante o en el de aburrido e inseguro. Si usted se va a operar y el doctor empieza disculpándose por no tener el bisturí o la herramienta adecuada para operarlo, usted perderá la confianza. Usted quiere ver un doctor capaz, seguro y que sabe lo que hace. Igualmente, si vamos a invertir nuestro valioso tiempo en escuchar una conferencia, queremos un expositor seguro y competente que tenga control de la situación.
Limitarse a transmitir información. Las personas no quieren oír sólo la información. Quieren conocer a un ser humano que tiene anécdotas, experiencias, emociones e historias personales sobre el tema. No quieren una exposición impersonal donde les lean literalmente la presentación del Power Point. Si fuera así, preferirán leer un libro.
El ser humano es prejuicioso por naturaleza, le molesta la ambigüedad y encasilla en moldes mentales a las personas
Hablar, hablar y sólo hablar. Si a una pequeña esponja le echamos una jarra de agua, al inicio retendrá el agua hasta que se sature; luego simplemente la dejará pasar. La mente del ser humano es una pequeña esponja, que retiene conocimientos durante los primeros 20 minutos. Luego la esponja de nuestra mente los dejará pasar, salvo que exprimamos la esponja en un recipiente para seguir captando el agua del conocimiento. Esto se logra cuando el expositor, a medida que va hablando, hace que las personas apliquen el conocimiento transmitido. Un ejemplo puede ser organizar discusiones grupales o resolver un caso sobre el tema. Hablar monótonamente y sin pasión. Si al expositor no le motiva y entusiasma el tema que expone, no podemos pretender que la audiencia se motive y entusiasme. Las personas quieren escuchar a alguien convencido y comprometido con lo que dice. Si no, la audiencia concluirá que no vale la pena perder tiempo escuchándolo.
Cuentan que un sacerdote nuevo se preocupaba al ver a las personas huir de la iglesia cuando iniciaba su sermón. Cuando le pidió consejo a un sacerdote anciano muy popular, éste lo llevó al frente de unas casas que tenían veletas de viento. El anciano preguntó por la dirección que indicaban las veletas. El joven sacerdote respondió: 'No hay viento, cada una indica una dirección diferente'. A los pocos minutos vino el viento sur y las veletas se alinearon en la dirección del viento. '¿Entiendes?', le dijo el anciano. El sacerdote joven no entendía la relación del viento con el asunto de hablar en público. El anciano agregó: 'El viento es como la pasión al hablar en una misa. Cuando no existe el viento de la pasión, los participantes son como las veletas, cada uno está en una dirección diferente, pensando en su mundo. Pero, cuando entra el viento de la pasión, se produce una magia, todos se alinean y son atraídos a tu mensaje'. No desperdiciemos la magia de la pasión. No sólo lograremos mayor interés en el auditorio, sino que nos sentiremos más seres humanos.