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Columna
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¿Quién controla el manicomio global?

La capacidad del ser humano para crear crisis, guerras y desatinos es inagotable. Todo parece ir a peor y se avecinan unos próximos meses donde nadie sabe encontrar una referencia política y económica capaz de responder a los desafíos que están convirtiendo al mundo en un proyecto de manicomio global.

Soy de los que creyeron que la desaparición de los bloques y la caída del muro de Berlín nos aportaría un mundo diferente, donde los famosos dividendos de la paz ayudarían a ricos y pobres a dibujar una realidad diferente y mejor. Pero no pudo ser. La crisis de los Balcanes, la Guerra del Golfo y las atrocidades de las guerras civiles en Somalia y Ruanda nos descubrieron que los conflictos y las guerras no sólo se explicaban por razones de antagonismo ideológico entre capitalismo y comunismo, como nos afanábamos en demostrar en los tiempos de la guerra fría. Descubrimos que había otras razones; algunas poco honorables.

El 11 de septiembre y sus consecuencias en la política de EE UU nos están llevando a una situación límite en los esfuerzos para conseguir que el mundo funcione con un mínimo orden. La condena del terrorismo internacional, la solidaridad con las víctimas, una mayor cooperación internacional contra este riesgo real y mortífero se han trasformado en una realidad internacional, como ya he señalado en otros artículos, donde el terrorismo se ha convertido en un discurso totalizador que pretende explicar y justificar una transformación radical del orden internacional existente.

Alarma ver cómo el terrorismo también se usa como arma electoral en EE UU. No es la primera vez que la derecha conservadora lo hace. En España hubo algo de eso

La ofensiva ideológica de la Administración republicana de EE UU, tanto en el plano interno como internacional, para convencernos de que la solución a los problemas de seguridad en el mundo pasa por reconocer a EE UU el derecho a la guerra preventiva ha provocado innumerables debates y tomas de posición en todas partes del mundo.

En el plano interno ha resultado muy revelador la posición adoptada por Al Gore, candidato a la presidencia que fuera vencido por el inexplicable sistema de voto del Estado de Florida, que con una enorme fuerza dialéctica ha puesto de manifiesto los riesgos que conlleva para el mundo y el propio EE UU la puesta en marcha de la doctrina del ataque preventivo.

La respuesta del presidente Bush y del vicepresidente Cheney a tales tesis, descalificándolas por antipatrióticas, han provocado uno de los debates más virulentos que se recuerden en el Senado estadounidense. Al menos, de estos debates ha quedado claro que el objetivo de Bush es llegar a las elecciones de noviembre con la inminencia de la guerra contra Irak como argumento electoral exclusivo. Poco importa si la economía norteamericana no funciona. Poco importa si la economía europea no se recupera. Poco importa si el llamado Tercer Mundo se hunde todavía más con una factura petrolera que no podrá pagar. Poco importa si la inflación derivada del mayor precio del petróleo empieza a hacer estragos en la economía mundial. Poco importa que el conflicto de Oriente Próximo se vaya acercando a la guerra de civilizaciones desafortunadamente predicha por Hutintong (?). Poco importa que, como ocurriera con la Guerra del Golfo, terminemos en una recesión mundial.

Lo importante es impedir cualquier debate abierto en la sociedad estadounidense y hacer del terrorismo un único discurso totalizador de los problemas de EE UU y naturalmente del mundo.

Reducir y simplificar el debate político a la necesidad de ser patriota o a ser acusado de no serlo en el caso de discrepar con las tesis del Gobierno no es algo nuevo en la política. Ha sido uno de los habituales recursos de la derecha conservadora y, desde luego, de los sectores más extremistas del Partido Republicano en EE UU, que tiene varios de sus mas eximios representantes en puestos clave de la Administración norteamericana. Ahogar al Partido Demócrata en una pretendida blandura contra el terrorismo internacional y llevarlo al limite del antipatriotismo parece ser el gran argumento político de Bush. Vemos con alarma que el terrorismo también se usa como arma electoral en EE UU. Tampoco es la primera vez que la derecha conservadora lo ha hecho. En nuestro país algo hubo de esto.

Entretanto, la aldea global va camino de convertirse en un manicomio global.

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