Presupuestos y venganzas
La remisión al Congreso de los Diputados del Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado se cumplió el miércoles, conforme al rito bizantino de la descarga de los tomos innumerables apilados en la furgoneta de servicio. Hubo fotografías del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, con la presidenta, Luisa Fernanda Rudi, y enseguida los periodistas se pusieron a la tarea de desbroce para destilar alguna información inteligible destinada al público de a pie.
Horas después, los titulares de la prensa del jueves eran ya un clamor de asombro multidireccional subrayando el ejercicio de voluntarismo que encierra el proyecto.
Si Anson, príncipe de los periodistas españoles, regresara del lejano parnaso de las ingles celestes donde sigue perdido y recuperara el proceder legendario de sus tiempos en la dirección del Abc es seguro que habría caracterizado el impacto de los Presupuestos recurriendo a ese modismo tan suyo de que han causado rechifla general.
El Gobierno Aznar parece decidido a poner en marcha la maquinaria infernal para perder las elecciones, uno de cuyos ejes fundamentales es el cultivo de la pérdida de credibilidad. Nadie se traga las previsiones de crecimiento cifradas en el 3% del producto interior bruto ni los cálculos del incremento del índice de precios al consumo fijados en el 2%, ni las declaraciones sobre la reducción de la presión fiscal desmentidas de modo inmediato con el recurso a nuevas tasas.
Cuestión distinta es que muchos hayan elegido como ángulo de ataque para sus críticas el propósito de perseguir el déficit cero, un objetivo al que han renunciado algunos países equivocados como la Francia del compañero Chirac o la Alemania del indeseado Schröder.
La España de Aznar se ha instalado en la inédita disciplina del equilibrio presupuestario para sorpresa de las fuerzas de oposición, decidida a ser un ejemplo dentro de la UE. Se diría que el profesor Montoro ha proclamado un nuevo dogma y que se dispone a sostenerlo caiga quien caiga. Sobre el papel que todo lo aguanta, el Gobierno Aznar hace compatible ese dogma con una fuerte dosis de inversión pública aunque algunos renglones como el dedicado al epígrafe de Defensa ofrezcan debilidades patentes en contraste con los requerimientos del momento.
Desconfían algunos del genio de los populares y dan la impresión de resucitar la vieja polémica sobre la ciencia española, como si don Marcelino Menéndez y Pelayo no la hubiera resuelto de modo definitivo. Quieren apuntarse al pesimismo agónico de don Miguel de Unamuno y prefieren apuntarse al que inventen ellos, escarmentados por otros intentos de abanderar la verdad de España en su día patrocinados sin ir más lejos por el llamado Movimiento Nacional.
Claro que la adhesión a la nueva dogmática ministerial encierra pretensiones excesivas, como la de que nuestro país gracias a la sabia política del tridente Aznar-Rato-Montoro ha quedado al abrigo de la coyuntura internacional.
La vanguardia del PP parece afiliada a ese descubrimiento de Marcel Proust según el cual hay convicciones que crean evidencias y las que ellos profesan les garantizan frente a los ciclos y les instalan en el progreso indefinido sin peligro de recesión alguna.
Es prodigioso que coexista la creciente internacionalización de la economía española con la absoluta vacuna ante perniciosas influencias exteriores, como si el círculo virtuoso de los hermanos Montoro -desde Hacienda y desde el Centro de Investigaciones Sociológicas- hubiera logrado un blindaje impenetrable a cualquier erosión de origen foráneo.
Allá los demás con sus vulnerabilidades, dicen los nuestros, España va bien y crecerá un punto por encima de los otros diga lo que quiera el Fondo Monetario Internacional y demás instituciones que siempre nos han discriminado. Por mucho que los del G-8 sigan retrasando la incorporación de Aznar, el empuje de nuestro buen hacer acabará por derribar cualquier obstáculo, the spanish truth will triumph.
Tenemos la garantía del aznarismo de que nada se sacrificará por un puñado de votos ni por un plato de lentejas. Y las críticas deberán elegir una sola pista de despegue porque sería contradictorio denigrar los Presupuestos tachándolos de electoralistas cuando es sabido cómo las vísperas de los comicios inducen la multiplicación expansiva del gasto.
Por eso quien critique el déficit cero debería elogiar al mismo tiempo la disciplina inmune a la demagogia de alto rendimiento en las urnas. Además ese líder desprendido de todo interés personal, como prueba su anuncio de retirada, acaba de retar a José Luis Rodríguez Zapatero para que avance hacia la tribuna del hemiciclo y presente sus propuestas alternativas.
Inútil provocación porque el secretario general del Partido Socialista ha declinado esa tarea, como el año pasado, en Jordi Sevilla. Enseguida asistiremos a la prueba del algodón y comprobaremos si aún está vigente la afirmación de Ortega y Gasset según la cual 'toda realidad que se ignora prepara su venganza'. Atentos.