Posible, oportuno, realidad y ficción
Lo necesario. Cualquier política económica está presidida por los objetivos de pleno empleo, crecimiento sostenido y estabilidad de precios. En las economías desarrolladas el paquete incluye la necesidad de avanzar en el Estado del bienestar. En cualquier sitio, el aumento de recursos destinados a la producción, capital físico y humano se contempla como dimensión básica de los objetivos de cualquier actuación económica.
Lo posible. La información sobre los principales agregados indica problemas en crecimiento y empleo. Se inició una suave desaceleración en 2000 que tiene visos de continuar. Por otro lado, mientras el crecimiento se esfuma se queda la inflación, dos puntos por encima de la de las principales economías de la UE, con el peligro de pérdida de competitividad. La situación recuerda a otras en que el ciclo se volvió adverso, con escasez de ahorro en la economía, pero esta vez centrado en las familias, pues Administraciones y empresas están en mejor situación financiera que en crisis anteriores. La necesidad de financiación se cubre sin problemas en el exterior, dada la profundidad de los mercados bancarios y de capitales de la zona euro. En definitiva, la situación permite muchos diseños del Presupuesto de 2003: a quien preocupe el crecimiento, con orientación expansiva, a quien preocupe la inflación, restrictiva.
Lo oportuno. El problema es que los objetivos posibles son poco compatibles entre sí cuando se diseña un Presupuesto a un año. Por otra parte, la política presupuestaria no es eficiente para hacer frente a todos. Por ejemplo, en los ochenta y noventa, el mejor instrumento contra la inflación fue la política monetaria, a costa de renunciar al crecimiento y a la consecución del pleno empleo. Con la política monetaria diseñada sobre la base de condiciones económicas que no se ajustan exactamente a las de España, el Presupuesto debe jugar un papel subsidiario respecto a las decisiones del BCE. El asunto es que la política monetaria del BCE es laxa para la coyuntura española y el Presupuesto lo debería tener en cuenta. Esta combinación de políticas debe ser, además, consecuente con lo que sucede en otros países de Europa.
La información sobre los principales agregados macroeconómicos indica problemas en el ámbito del crecimiento y el empleo
La realidad. Lo que figura en el diseño del Presupuesto es una rebaja de impuestos, que aportaría a la renta disponible de las familias en torno al 0,5% del PIB y un aparente mantenimiento de la inversión en infraestructuras y del gasto corriente, si bien el proceso de transferencias a las autonomías sigue oscureciendo la interpretación de los gastos, al tiempo que la inversión en infraestructuras no se incluye completamente. Todo ello se instrumenta sobre la base de un crecimiento de los ingresos que podría permitir seguir cumpliendo el objetivo del déficit cero. En conclusión, si hacemos abstracción de la situación de desaceleración, resulta expansivo; pero si hacemos abstracción de la situación de inflación, no lo es.
La ficción. Lo preocupante es que algunas de las premisas sobre las que se basa el Presupuesto son poco creíbles e, incluso, poco consistentes. La primera es el escenario de crecimiento. Para 2003 se augura un 3,0%. Si alguien se lo cree, estará convencido de que el principal problema es la inflación y no estará de acuerdo con el sesgo expansivo del Presupuesto. Pero para quien no se lo crea, el problema será cuadrar los ingresos de manera que financien la reducción del IRPF y el mantenimiento del ritmo de crecimiento de los gastos, por mucha tasa que se invente. Y todo sin contar el gasto en infraestructuras que se seguirá realizando fuera de los Presupuestos y que no hay garantía de que algunos capítulos de gasto transferidos a las CC AA crezcan menos rápido que los impuestos que se les ha transferido.