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Elecciones alemanas

Las reformas pendientes para el futuro Gabinete

La vieja máxima que Willy Brandt pronunció en los años 70 está hoy más vigente que nunca en Alemania: 'Quien quiera vivir mañana seguro, tiene que luchar hoy por las reformas'.

Ninguno de los dos grandes partidos se ha atrevido a mencionar durante los meses de campaña la palabra maldita -reformas-, pero es seguro que el nuevo canciller tendrá que afrontar amargas realidades en un país donde se da una terrible paradoja: la tercera economía mundial, donde se producen más patentes al año que en todo el Silicon Valley estadounidense, cuya maquinaria prové al 60% del mercado mundial, con el sistema de salud más avanzado del mundo, esconde también un estado de bienestar herido de muerte. Si todo permanece como hasta ahora, dicen los expertos, Alemania entrará en un callejón sin salida.

El primer reto es sin duda reducir urgentemente la cifra de desempleados, cuatro millones. En el mercado de trabajo se juntan todos los problemas pendientes de solución del país: los costes ascendentes del sistema social, la pesada burocracia y un régimen fiscal injusto, que golpea con especial fuerza a la clase media.

Tras años de crecimiento económico del 4%, Alemania se ha estancado en un débil 0,7%, el porcentaje que se prevé para este año. El desempleo está instalado sobre todo en los Länder del Este, en lugares como Hoyerswerda-Stadt (Sajonia), donde la tasa de paro supera el 20%.

Doce años después de la reunificación, la reducción de la brecha entre Este y Oeste está muy lejos de haberse conseguido. La colosal tarea de reconstruir aquella zona tras las inundaciones también pesará sobre el nuevo Gobierno, sobre todo la cuestión de cómo financiar los 10.000 millones del fondo de ayudas creado tras la catástrofe. Las inundaciones han provocado igualmente el aplazamiento de la segunda fase de una necesaria y urgente reforma fiscal emprendida hace meses, que deberá estar concluida el año que viene.

En política exterior, el nuevo canciller deberá defender la futura ampliación de la Unión Europea, invocada por socialdemócratas y democristianos como una oportunidad histórica que sólo puede (y debe) ser impulsada desde Berlín. Al mismo tiempo, el nuevo Gobierno deberá repasar sus tesis federalistas para la elaboración de una Constitución europea que Alemania ha defendido hasta ahora en la UE sin éxito.

Pero quizá la tarea más urgente en el exterior sea restablecer las relaciones con EE UU, gravemente dañadas tras la negativa de Schröder a apoyar un ataque a Irak y enquistadas tras una desafortunada comparación del presidente estadounidense con Adolf Hitler hecha por la ministra de Justicia, Herta Däubler-Gmelin, hace tres días.

Alemania, según muchos, debe recuperar el liderazgo político dentro del viejo continente. Pero eso no podrá hacerlo hasta que la primera potencia europea se cure sus heridas internas y se haga fuerte nuevamente.

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