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Secretos de despacho
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Tranquilidad en Loewe

Desde su despacho, situado en un céntrico palacete madrileño, Enrique Loewe se dedica a promocionar el arte y la cultura y a reflexionar sobre su vida como empresario. El cuadro de un pintor amigo le transmite energía

Parece estar por encima del bien y del mal. Desde su despacho en un céntrico palacete madrileño, Enrique Loewe, de 61 años, se ocupa de la Fundación Loewe, piensa, medita y, de vez en cuando, echa alguna mirada la pasado. Es su quinto despacho, 'y aquí estoy yo y mis circunstancias', un espacio que sorprende, además de por su austeridad, nada que ver con el lujo y el glamour que desprende la firma, por su tamaño reducido. No le importa. Tiene respuesta irónica para todo. 'A medida que los hombres se hacen grandes los despachos se hacen pequeños'. Lo único que le pide a ese espacio es que 'se pueda trabajar y que sea muy silencioso'.

De verbo reposado, este ejecutivo, perteneciente a la cuarta generación de la firma, que adquirió el grupo francés LVMH en 1996 coincidiendo con su 150 aniversario, vive alejado de la toma de decisiones de la compañía. No se queja. Todo lo contrario. 'He llevado una vida estupenda, siempre fue interesante cuando estaba más en activo y también ahora', explica. En estos momentos, se dedica a apoyar a la cultura y a promocionar a jóvenes talentos dentro de la música, la poesía y el diseño. 'Esta nueva etapa me hace comprender otras etapas de mi vida'. Estudió Filosofía y Letras y le hubiera gustado ser maestro, pero 'la familia te va envolviendo y hace que te dediques a otras cosas'. Tampoco se arrepiente.

'Me siento feliz porque, además, sé que a los que he mandado me quieren y son mis amigos'. Desde esta nueva etapa que ha emprendido en su vida, dice sentirse mucho más humano. 'Ahora soy una persona mucho menos apresurada y con más tiempo para reflexionar'. Reconoce haber cometidos tantos errores como aciertos, y ahora sólo le queda tiempo 'para cuidar como si fuera un jardín todo el ámbito de la poesía, pintura y diseño'.

Sabe sobreponerse de los golpes, como cuando vendió la empresa al poderoso LVMH. Sintió pena, 'pero las penas o las digieres o te matan'. Y se justifica diciendo que todo tiene sentido, 'a lo mejor la familia Loewe no supo estar a la altura para competir en un mundo global'. Ahora pretende, algo que aquellos que se dedican a actividades altruistas dicen con mucha frecuencia, 'devolverle a la sociedad todo lo que sociedad le ha dado desde una empresa, que es y ha demostrado a lo largo de los años ser una gran compañía'.

En el despacho no queda sitio para los recuerdos, 'todos los llevo en mi mente'. Por ello, no guarda fotografías personales ni de su familia. Frente a él tiene un cuadro de Fernando Verdugo, obra que le ha ayudado a comprender el arte. 'Es una fuente de energía y siempre peregrina conmigo de despacho en despacho'. En una de las paredes mantiene una fotografía con la espectacular entrada de la madrileña tienda de Gran Vía. Al fondo de la estancia, con vistas al patio del palacete, un planta y la flor de una orquídea. Advierte que le gustan las plantas, siempre y cuando sean minimalistas. Lo que siempre le ha acompañado en toda su trayectoria por la casa Loewe es un sillón de piel de vacuno, hoy desgastado, en color marrón.

Enrique Loewe se para a pensar unos segundos y asegura que no tiene manías porque el orden, dice, es su mayor virtud. Sobre un pequeño armario reposa un libro con la historia del mantón de Manila. Y poco más. En la mesa, unos papeles. No tiene ordenador ni televisor.

De los ejecutivos valora el componente ético, la imaginación, saber conducir a un grupo humano y, por encima de todo, la capacidad de lucha. 'No se es ejecutivo por la gracia de Dios. Para ser directivo hay que ser, sobre todo, sobrevividor, porque es difícil llegar, tremendamente difícil mantenerse y mucho más difícil es caer'.

No es un hombre anuncio

Posa con gusto frente a un muestrario de corbatas de Loewe. Lleva una de ellas, pero Enrique Loewe advierte que no es un hombre anuncio. 'Si me gusta, me la pongo', dice de forma tajante. Lo que si le gusta es leer y escuchar música. 'Sigo siendo una persona muy curiosa, que me intereso por todo lo que tiene que ver con el arte y el diseño'. Sobre todo apoya a jóvenes diseñadores, preferentemente los que se preocupan por el tratamiento de la piel, el negocio fuerte de Loewe.

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