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Debate en <b>Cinco Días</b>

La elevada inflación pasará factura a largo plazo

Dado lo avanzado del año y el nivel alcanzado por los precios a finales de agosto (3,6% en tasa interanual), los analistas están trabajando ya con un escenario macro para el conjunto del año en el que el IPC finalizará a 31 de diciembre en torno al 4%. Lo que supone que, si en el resto de la zona euro los precios se mantienen cerca del 2%, el diferencial se perpetuará en los dos puntos.

'De consumarse estas cifras, España estará incumpliendo uno de los criterios de Maastricht, según el cual la inflación no puede superar en 1,5 puntos la media de los tres países con menor tasa', destaca Miguel Sebastián.

Según el economista del BBVA, 'un país como España, con su bajo nivel de productividad, debería perseguir el objetivo de tener un diferencial de inflación negativo con el resto de países de la zona euro para ganar puntos de competitividad'.

Pero la inflación también resulta en cierta medida beneficiosa en algunos supuestos muy puntuales, tal y como lo demuestra la evolución de los ingresos tributarios.

Según recuerda Ángel Laborda, de Funcas, el hecho de no haber deflactado la tarifa provoca un aumento automático de los ingresos de Hacienda, 'aunque Montoro insiste en los perjuicios que tiene para toda la economía una tasa elevada de inflación, como es en el caso del pago de las pensiones'.

Al margen de beneficios puntuales, todos los analistas que participaron en el debate coinciden en apuntar a la inflación como el desequilibrio más importante del que adolece en la actualidad la economía española.

Purgar y empezar

El repunte de los precios no parece moderarse con la desaceleración del ritmo de crecimiento. Y algún experto ha llegado a sugerir que la única solución para la inflación española es 'meter a la economía en una recesión pura y dura, purgar y volver a empezar', recuerda Emilio Ontiveros, de AFI.

Según este economista, 'el diferencial de inflación se mantiene ahí, independientemente de lo que ocurra con la demanda y esto se concilia mal con la caída en la remuneración de los asalariados y con un entorno de costes financieros absolutamente favorable'.

La principal amenaza de este diferencial es el daño que puede provocar en la capacidad de competir de la economía española.

David Vegara se muestra perplejo ante la evolución de los precios en España y destaca las diferencias existentes entre los servicios y el resto de los sectores, que sí se comportan de manera más acorde con lo esperado de una economía de libre mercado.

En el bloque de servicios, le sorprenden sobre todo los aumentos en el subsector de hostelería, en el que se supone que existe una amplia competencia. 'Lo que está claro es que la ecotasa no ha tenido ninguna repercusión', si se compara con los aumentos de precios de los servicios, señala el director general de Intermoney.

Sebastián no cree que el principal culpable de la inflación sea el turismo. El economista del BBVA apunta que la inflación subyacente (que excluye energía y alimentos sin elaborar y contiene bastantes elementos erráticos) estará en el 3,5% al finalizar el año, 'pero la tendencial está en el 4%, y en ésta no incluimos los servicios turísticos, luego no es un problema sólo del turismo'.

'Es decir', añade, 'que hay un problema de inflación generalizada, que ha sido históricamente negado o atribuido al diferencial de crecimiento'. Sebastián cree que, si hubiese que buscar algo positivo de una recesión, sería el hecho de que ayuda a corregir los desequilibrios. 'Cuando la actividad se desacelera, también lo hacen los precios. Pero aquí la economía ha frenado su crecimiento y la inflación no ha pestañeado', añade.

Los economistas coinciden en que, de no abordarse, este problema terminará pasando factura en forma de pérdida de competitividad. Sin embargo, algunos creen que todavía hay margen de tiempo para actuar antes de que se sufran daños importantes.

Según Vegara, el diferencial de inflación 'no está limitando ni la capacidad de crecimiento ni el poder adquisitivo de las familias en estos momentos'. Sin embargo, 'si el diferencial de precios se mantiene 10 años, entonces tendremos muchos problemas'.

Potenciar aún más las infraestructuras

 

Si hay algo que preocupa a los economistas, además del repunte de la inflación, es la persistente debilidad de las inversiones en bienes de equipo, que están disminuyendo a tasas del 4%. Un factor que pone en evidencia que las empresas no esperan un escenario de actividad a corto plazo demasiado benévolo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para contrarrestar esta atonía inversora, Ángel Laborda pide que se aumente el gasto en infraestructuras, aunque es consciente del esfuerzo que se ha llevado a cabo durante los últimos años.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Miguel Sebastián también apuesta por inyectar más dinero en infraestructuras. Y Emilio Ontiveros insiste en la necesidad de potenciar las inversiones que impulsen la formación bruta de capital fijo en equipamiento y técnicas del conocimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El economista de AFI se pregunta cómo es posible compatibilizar el elevado apalancamiento financiero de las familias y las empresas con la extrema debilidad de la inversión en bienes de equipo. Y es que los elevados niveles de endeudamiento no favorecen la recuperación, ya que no dejan margen de maniobra al gasto en otras partidas, generadoras de empleo y mayor riqueza.

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