La crisis pone en duda las 'murallas chinas'
El catastrófico naufragio de Enron y la quiebra de Worldcom están conectados por algo más que por peculiares prácticas contables cuestionables; ambas estaban auditadas por Andersen.
El presunto papel que jugaron los responsables de la compañía auditora en el desplome de Enron y el colapso de Worldcom, agravado con la acusación posterior de que la compañía auditora destruyó información relevante sobre el caso de la eléctrica, pusieron en la línea de fuego a la auditora.
Andersen no pudo soportar la presión y, al igual que sus dos clientes, se derrumbó. Su dudoso papel en ambas crisis acabó con su nombre y su prestigiosa marca comercial y condenó a sus socios internacionales a buscar su futuro en una fusión con empresas de la competencia.
En el caso español, la división de consultoría decidió integrarse en KPMG y la auditoría optó por una fusión con Deloitte & Touche.
El estruendo de la caída de Andersen arrastró algunos de los hitos con los que auditoras, consultoras, bancos de negocios y de inversión han basado y justificado gran parte de su operativa: las denominadas murallas chinas.
Independencia
La teórica independencia entre ambas áreas, que Andersen alegó para justificar que su división de consultoría estuviera trabajando en Enron al mismo tiempo que la empresa era responsable de su auditoría, no resistió.
Además, todavía hoy existen dudas razonables sobre el papel que jugaron determinados bancos de inversión y negocios como JP Morgan y Citigroup en la ocultación de la deuda de la eléctrica. El hundimiento de sus acciones a finales del pasado mes de julio, cuando se desveló que ambos bancos asesoraron a Enron en la construcción del entramado financiero que permitió maquillar su situación contable, da idea del nuevo rumbo que podrían tomar estas crisis cuando la justicia estadounidense comience a hacer públicas sus conclusiones.
Las quiebras de Enron y Worldcom son las primeras que se recuerdan cuando se habla de las consecuencias económicas del 11 de septiembre, pero hay más casos. La compañía de telecomunicaciones Qwest busca una tabla de salvación a través de venta de activos tras reconocer que durante 1999 y 2000 presentó impropiamente 1.160 millones de dólares de resultados.
El fabricante de impresoras Xerox confesó haber manipulado sus cuentas desde 1997 y también prácticas contables ilícitas han obligado a Global Crossing a acogerse a la ley de quiebras.