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Golf

Los efectos del 11-S

En EE UU hay 12 torneos que peligran por las dificultades económicas de sus patrocinadores

La psicosis de inseguridad que se generó tras los atentados de hace un año en Nueva York y Washington se ha convertido en un cúmulo de incomodidades para José María Olazábal, Sergio García y Miguel Ángel Jiménez, los tres golfistas españoles que juegan en EE UU, que cada semana están obligados a utilizar aviones para realizar sus desplazamientos. Todos reconocen las molestias que les supone tomar un vuelo comercial. Y destacan que éstas son mayores para los extranjeros. La popularidad de la que gozan no les libra de quitarse los zapatos antes de subir al avión, pasar un registro minucioso o tener que abrir la maleta y deshacer todo su equipaje pieza a pieza.

Estas medidas de control se descubren absurdas cuando contratan un vuelo privado para realizar el desplazamiento. Vuelos que parten desde aeropuertos más pequeños y que permiten al viajero llegar en su propio coche hasta la misma escalerilla del avión sin mostrar más documentación que el número de la reserva que se abonó por adelantado. æpermil;ste es el medio de transporte favorito entre los 50 primeros jugadores del circuito americano, golfistas que están por encima de 1,5 millones de dólares en premios al margen de sus contratos. 'Es cierto, en este tipo de vuelos no hay ningún control y te llevan a destino', explica el manager de Olazábal, Sergio Gómez, que destaca la comodidad que representa escoger un vuelo directo, sin escalas, con la posibilidad de salir en el horario deseado. Otros jugadores han redescubierto el viejo placer de desplazarse por Estados Unidos en coche, siempre y cuando las distancias se lo permiten. Aparte John Daly, que lo hace en su motorhome porque en los aviones no le dejan consumir alcohol ni fumar a su gusto, otros como Davis Love III alquilaron un vehículo de estas características durante todo el mes de agosto, con chófer incluido, para compartirlo con toda la familia. Por las noches era el conductor quien dormía en el hotel mientras Love y los suyos se alojaban en la cómoda y enorme estancia rodante.

Pero hay otras cosas que han cambiado a raíz no ya sólo del 11 de septiembre sino de los escándalos contables descubiertos en grandes empresas como Worldcom o Enron y que hacen vislumbrar un frenazo brusco en el explosivo crecimiento del golf en EE UU, donde en estos momentos hay 12 torneos del calendario que se ven amenazados por las dificultades de sus patrocinadores. El pasado domingo se jugó el torneo de Air Canadá, compañía que anuncia que debido a la crisis del sector reducirá gastos no imprescindibles.

Para quien sí ha representado un fuerte golpe el 11-S es para aquellas pequeñas compañías filiales que se dedican a enlazar los aeropuertos importantes con otros puntos de destino menos comerciales y que pueden hallarse a una hora escasa de vuelo. 'La gente alquila coche porque la diferencia de tiempo, entre tantos controles de seguridad, prácticamente ha desaparecido', afirman.

El golf no es intocable. La próxima temporada los supermillonarios del circuito americano tal vez deban apretarse un poco el cinturón. Un retroceso que no afectará a los 50 mejores, entre los que están Sergio y Olazábal.

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