Dobles, triples y otros suelos
La verborrea bursátil se refugia con frecuencia en sí misma, se mira el ombligo, para mantener encendida la llama del mercado. Que no se apague es la consigna de los intermediarios financieros, que de ello dependen sus cuentas de resultados. Por eso acuden al verbo excesivo para comentar las jugadas, las circunstancias de última hora y, como siempre, las grandes posibilidades de negocio que ofrece la especulación bursátil.
A los analistas más fríos les tiemblan las piernas cuando en los foros y debates públicos les preguntan sobre el fondo de la Bolsa. Desde mediados de agosto ésta es la gran pregunta que, como siempre, no tiene respuesta inmediata.
A los analistas y expertos más dicharacheros el futuro les importa, como siempre, un bledo y cuentan lo mismo que contaron tres mil puntos de Ibex atrás. Hoy, como hace unos meses, realzan lo atractivo de los precios e insisten en lo barato que están las cosas de la Bolsa. Hoy, en fin, han vuelto a poner de moda el término doble suelo como indicativo de que el mínimo del 5 de agosto es el mínimo de todos los mínimos.
Este doble suelo, triple o cuádruple, que a la postre es lo mismo como se ha observado en el desarrollo último de los mercados, ha despertado, no obstante, el interés operativo de los más atrevidos y ansiosos operadores a corto plazo.
Basta que un grupo destacado de participantes en el mercado apueste por una idea para que ésta se haga realidad, aunque su duración sea corta. Es algo así como la fe que muchos tienen en el falso chartismo o análisis técnico.
La jornada de ayer fue, así, impetuosa, con una actividad frenética de principio y a fin. Los índices de volatilidad, dormidos durante algunas semanas, se despertaron desafiantes. La patata caliente del doble suelo, que no es lo mismo que el suelo doble, pasa de mano en mano.