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Análisis

No hay prisas por entrar en la Bolsa a pesar de las fuertes caídas

Los últimos indicadores de actividad económica conocidos en la zona euro y en Estados Unidos confirman el deterioro de ambas economías. El presidente de la Reserva Federal advirtió la semana pasada de los riesgos que entraña una debilidad económica mayor de lo previsto. Malas noticias para las Bolsas, porque los resultados de las empresas siguen en entredicho.

No hay prisas por entrar en las Bolsas y de ahí los cortos volúmenes de negocio, que, ante todo, elevan los niveles de volatilidad y convierten a los grandes valores en auténticos chicharros. Si los más viejos del lugar levantaran la cabeza no darían crédito a lo que sucede desde hace semanas.

Subidas y bajadas entre un 5% y un 10% son muy frecuentes en títulos como Telefónica, SCH, Repsol, Endesa o BBVA, por citar los más capitalizados del mercado, desde comienzo de junio. Porcentajes que se ganan o se pierden en cuestión de minutos. En la historia bursátil estas variaciones se conseguían, o perdían, al cabo de muchos meses, incluso de años.

Cuentan los mejores analistas que este fenómeno denota, ante todo, que los mercados están rotos y que la inapetencia de los participantes en el mercado es evidente. Lo peor es, además, que los varapalos registrados no seducen, como si en el ánimo de todos estuviera presente la idea de que lo que es susceptible de empeorar termina tarde o temprano empeorando, tal y como sucede desde marzo de 2.000.

Los expertos del mercado recuerdan en sus informes de estrategia que la crisis actual de las Bolsas procede de una sobrevaloración de las mismas. La evidencia de que las economías de Estados Unidos y de algunas de la zona euro, como la alemana, apuntan cifras más débiles de lo esperado penaliza las cotizaciones de las empresas.

Recomponer beneficios

La recomposición del beneficio de las compañías es clave para que los mercados vuelvan a la directriz alcista. Además de los despidos, congelaciones salariales, adelgazamiento de costes y reducción de gastos financieros, que es la aventura en la que están inmersas la mayor parte de las compañías que cotizan en Wall Street y, también, las grandes europeas, es necesario que el entorno en que desarrollan su actividad sea favorable, extremo que comienza a fallar y a poner en duda las expectativas de beneficio futuro y, con ello, la evolución de los mercados.

Otro de los asuntos que centra el interés de los inversores es la evolución de los tipos de interés tras la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos, la semana pasada, de mantenerlos, pero dejando abierta la puerta a posibles recortes. Los analistas, como consenso, consideran esta posibilidad de forma más que razonable. La mayor parte de ellos apuesta por tipos oficiales en Estados Unidos para final de año entre el 1% y el 1,25%.

La situación enlaza con las apuestas renovadas sobre el alcance de la recesión en Estados Unidos a tenor de la debilidad de las últimas cifras económicas publicadas. Desde hace dos semanas aumenta de manera progresiva el número de expertos que apuesta por una recesión que continuará durante gran parte del año que viene.

Este sentimiento ya ha sido recogido por los mercados de bonos, con bajas históricas (subidas de precios en consonancia) en los últimos días. En concreto, el de 10 años estadounidense registró la semana pasada en el nivel más bajo de los últimos 60 años, al situarse en el 4%.

En la zona euro, los estragos del temporal en Centroeuropa se unen a cifras económicas previas muy descorazonadoras.

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