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Tribuna
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¿Turismo en crisis?

Acabo de empezar mis vacaciones después de haberme despedido de los compañeros y amigos de trabajo, una despedida para nada menos que un mes, ese mes en que parece que nuestro país cierra la actividad habitual. La pregunta típica de estos días era: ¿adónde vas? En poco tiempo reuní un sinnúmero de respuestas de nuevos y lejanos lugares, unos más exóticos que otros: Cuba, China, Vietnam, Kenia, Birmania, Suráfrica...

Lo cierto es que en nuestro mundo global la muerte de la distancia no es sólo un atributo de Internet, ya que esta nueva globalidad lo es también para viajar, ver, conocer, admirar, criticar, comparar y aprender, si cabe.

No en vano, las relaciones personales más vitales se efectúan por medio de los flujos de turistas que, cuando van a otras tierras, lo hacen con riesgo controlado, pues saben que además de lo típico, singular y distinto como los pueblos, los paisajes, las gentes, las costumbres, los objetos..., siempre encuentran los lugares comunes como el hall del hotel, la habitación estándar, la piscina, la barra del bar, la comida internacional, la playa...

Mientras los responsables políticos creen, cargados de optimismo, que la situación del sector turístico no es grave, los expertos están preocupados En las colas de la operación retorno habrá tiempo para pensar en el descenso de la actividad turística en España y en el empeoramiento de otros sectores

Ya no existen fronteras ni físicas ni culturales.

Por otra parte, el atractivo del viaje es tan grande que además todos salimos dispuestos a sufrir, sobre todo en la etapa que se dedica al transporte, a través de colas, en la carretera, en el tren, en la facturación y en el embarque cuando se trata del avión, mediante largas esperas en aeropuertos saturados, soportando incomodidades en los cambios de avión en los vuelos con muchas conexiones y un largo etcétera. Pero, como sarna con gusto no pica, todo se acepta con paciencia ilusionada en el viaje de ida y al regreso con la alegría de volver a lo conocido y poder descansar.

Como resultado de todo ello, el turismo se ha convertido en una gran industria que emplea a 255 millones de trabajadores en todo el mundo, uno de cada nueve, y que genera cerca del 10,7% del PNB mundial. Una industria en la que España tiene un papel importante en la medida en que es el tercer país más visitado del mundo, después de Francia y Estados Unidos, y el segundo en ingresos por turismo.

Hay que recordar que este sector aportó el 12,1 del producto interior bruto (PIB) en 1999, siendo responsable de más del 10% del empleo directo, con un efecto multiplicador que se extiende a otros muchos sectores, como el inmobiliario, la alimentación, la restauración y el ocio entre otros.

Es una industria que en nuestro país constituye un claro signo de identidad y que ha contribuido de forma indiscutible a nuestro crecimiento económico así como a la apertura de nuestras mentes a otras culturas, concretamente las de nuestros visitantes, en general los de países ricos del norte.

Nuestro turismo funciona bien todo el año pero tiene su punto álgido en agosto, que es cuando se ponen en evidencia los problemas relacionados con la sobresaturación.

La muestra puntual es la operación salida y la habitual, de todos los días veraniegos, la constituyen las retenciones y los colapsos en las carreteras de los enclaves de la costa.

Este año, en la catalana Costa Brava, los alcaldes y empresarios de municipios turísticos han empezado su agosto en pie de guerra por la incapacidad y deficiencia de unas estructuras viarias que ponen en peligro sus esfuerzos por consolidar una oferta de mayor calidad.

Sin embargo, a este problema de infraestructuras ineficientes habrá que añadir otros.

Unos son de índole estratégica, como la necesidad de invertir y mejorar el equipamiento, mantener y preservar el necesario equilibrio ecológico y desarrollar la capacidad para competir con otros países de la zona del Mediterráneo, ajustando precios, diversificando la demanda y dando respuesta a los cambios de hábitos de nuestros turistas que tienden a reducir la estancia media y apuestan por otro tipo de servicios más alejados del típico sol y playa. Otros son de índole coyuntural, como el de la desaceleración de la demanda en el sector, que nos coloca ante un año difícil.

De acuerdo con los primeros datos publicados, en julio las principales zonas turísticas del país registran descensos de ocupación que van desde el 3,8% en la Costa del Sol al 25% en Baleares. Las pernoctaciones hoteleras de los turistas procedentes del extranjero han caído un 4,5%, en tasas interanuales en los ocho primeros meses.

Como consecuencia, los ingresos netos por turismo han retrocedido un 8,2%, lo que ha disparado el déficit por cuenta corriente hasta 5.315 millones de euros entre enero y abril, un 54% más que el año anterior.

De momento hay división de opiniones sobre los efectos de todo ello en las expectativas económicas generales del país, ya que mientras los responsables políticos creen, cargados de optimismo, que la situación no es grave, los expertos contemplan el panorama con preocupación.

Concretamente, el presidente de la Patronal de Hoteleros de Zonas Turísticas de España (Zontur) señaló, a finales del pasado mes de julio, que se prevé una caída en la ocupación turística del 10% en el conjunto de 2002 y destacó que el Banco de España ha estimado en 6.800 millones de euros las pérdidas que supondrá para la economía el descenso de esta actividad.

Si a esta situación le añadimos que han empeorado las previsiones de los otros dos sectores locomotora de nuestra economía como la venta de automóviles y la construcción parece que las perspectivas para la vuelta de vacaciones no van a ser precisamente boyantes.

Pero éste puede ser un tema para empezar a pensar mientras estemos en la cola de la operación retorno.

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