La responsabilidad social empresarial
Estos tiempos, en los que se descubren día a día casos de fraude contable a los accionistas y a los reguladores y de malas prácticas de información, no parecen quizá apropiados para comentar que algunas empresas se han embarcado en iniciativas que enfatizan su responsabilidad social. Estas iniciativas han nacido como respuesta a las críticas de falta de conciencia social o de preocupación por el entorno ambiental que venían haciéndose, especialmente a empresas que localizan parte de su producción en el tercer mundo.
La fuerte contestación social al fenómeno de la globalización ha provocado la reacción de las empresas que desean limpiar sospechas sobre su propia actuación. Pero en general el sector empresarial está actualmente dedicado a señalar la adopción de diversas medidas de buen gobierno y de buenas prácticas.
El término de responsabilidad social empresarial (RSE) se refiere al comportamiento de las empresas respetuoso con la sociedad. El problema con la RSE es la dificultad de su definición. En algunos sectores es importante la ética de la inversión; en otros, lo son las cuestiones de polución y medio ambiente; en otros, la explotación de la infancia.
La cuestión que se desea subrayar es la implicación de las empresas en cuestiones que van más allá del puro negocio. En muchos casos, no obstante, los esfuerzos se centran en acciones que son fáciles de comprender por la sociedad y de ser objeto de atención en los medios.
La Comisión Europea está analizando la posibilidad de reforzar la RSE mediante autodisciplina. En 2001 la Comisión publicó un Libro Verde sobre el tema y este año ha definido una nueva estrategia para promover la responsabilidad social empresarial.
El énfasis se coloca en el aumento de la transparencia y en el incentivo de buenas prácticas en lugar de buscar mecanismos para establecer un cumplimiento obligatorio.
La Comisión opina que es positivo aumentar la transparencia de las iniciativas que toman las empresas y estimular a las pymes para que adopten compromisos en este terreno.
Según la Comisión, la multitud de iniciativas referidas a la responsabilidad empresarial resulta confusa para los inversores y para las propias empresas. Por lo que es adecuado, en primer lugar, la información y, en segundo lugar, la convergencia entre todos los mecanismos existentes de responsabilidad empresarial, como pueden ser los códigos de conducta, los reglamentos de consejos, los códigos de auditoría y de información pública y los esquemas de inversión socialmente responsable.
El Parlamento Europeo adoptó en junio el enfoque de adopción voluntaria de la responsabilidad empresarial, señalando que el énfasis debe estar en una mayor información y no en una mayor regulación. Además se subrayó la importancia de que estas prácticas sean adoptadas por las empresas proveedoras de servicios públicos como transporte, energía, telecomunicaciones o servicios postales.
Un elemento de la estrategia consiste en la constitución de un foro europeo de accionistas, siguiendo la recomendación del Parlamento Europeo. El foro facilitará aproximar un consenso del enfoque europeo de la responsabilidad empresarial.
La estrategia europea está pensada para complementar las estrategias existentes a nivel nacional e internacional; así, por ejemplo, se pretende promocionar los estándares de información de los compromisos de responsabilidad social diseñados por la Iniciativa de Información Global, de la OCDE.
Cada vez más, en Europa, la conciencia de la importancia de cumplir con la RSE está obligando a las empresas a presentar credenciales de su cumplimiento, de cara a tener una buena imagen que facilite, o incluso condicione, el logro de acuerdos con otras empresas. De hecho, muchas empresas señalan que la adopción de mecanismos de RSE les redunda en propios beneficios, empezando por el de una buena reputación social y siguiendo por la diferenciación de marca o por la creación de una imagen de estar alerta y ser capaces de anticipar riesgos.
La implantación de mecanismos de RSE requiere ciertas características de la gestión empresarial y actitudes de la organización del personal. Por ejemplo, es importante contar con una buena cultura financiera implantada en la empresa (que da flexibilidad y empuje), para que puedan desarrollarse estas iniciativas de RSE.
Por lo tanto, estos esquemas de RSE constituyen una estrategia competitiva. El riesgo, precisamente, es que los efectos competitivos sean percibidos como los justificantes últimos de la implantación de mecanismos de RSE. No obstante, aunque en el mundo empresarial no haya esfuerzos altruistas puros, se producirán beneficios externos que todos disfrutan, inversores, consumidores y sociedad en general.