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Bolsa

Los reguladores estrechan el cerco sobre las operaciones de préstamo de valores

En España, el crecimiento del mercado de préstamo de valores ha sido espectacular hasta alcanzar en estos momentos un saldo vivo de 2.500 millones de acciones en liza. Las acciones con más peso en los índices son, a su vez, las más codiciadas por este tipo singular de operadores.

Del crecimiento de este mercado da idea el hecho de que en 1997, que fue cuando se configuró en el mercado español, el saldo vivo acumulado al cierre era de 350,2 millones de acciones. Los crecimientos han sido desde entonces progresivos hasta saltar con fuerza en 2000, que contabilizó un saldo vivo de 1.212 millones de acciones; aumentar en 2001, con 2.354 millones de acciones, y mantener la tendencia creciente en los que va de año con una cifra superior a la de todo el año pasado.

El mercado de préstamo de valores ha desbancado, de este modo, al tradicional mercado a crédito a pesar de las grandes facilidades que ofrecen instituciones e intermediarios en este mercado específico. El saldo vivo de operaciones de compraventa con crédito apenas supera el millón de acciones.

Los fondos de altos riesgo y los grandes especuladores bursátiles del mundo son los que más utilizan este sistema. La dimensión de este fenómeno preocupa a los reguladores, no tanto por la fórmula operativa, porque se trata de una apuesta, sin más, al alza o a la baja de éste o cualquier valor, como por la fuerte distorsión que provoca el fenómeno en momento de gran euforia o de depresión bursátiles como el actual.

En las últimas semanas ha sido la Bolsa de Londres la encargada de advertir al resto de los principales mercados del mundo de los peligros que entraña este fenómeno. El regulador londinense ha intentado cambiar la legislación de esta operativa, pero ha fallado en el intento. Ha conseguido, no obstante, un hecho importante, como es el sensibilizar a los grandes operadores y gestores de fondos de inversión y al resto de los reguladores.

Los expertos dicen que la búsqueda de corretajes por parte de los intermediarios financieros, en un momento de depresión bursátil como el que se inició en marzo de 2000, ha dado un vuelco espectacular a esta forma singular de concebir la inversión en Bolsa. Los intermediarios han bajado las garantías y los tipos de interés que aplican a las operaciones.

Publicar las operaciones, el antídoto contra la especulación

 

La publicidad de las operaciones, la transparencia operativa, en definitiva, no es del agrado de los especuladores y logreros. Para éstos, lo mejor es nadar en río revuelto y siempre con la ceremonia de la confusión. Como dice un especialista de la Bolsa de Madrid, 'que mi mano derecha no sepa lo que hace mi mano izquierda'.

 

 

 

En la Bolsa española, la implantación del mercado continuo, con la publicación de las órdenes de compra y de venta de los valores al instante, así como la de los intermediarios que las ejecutan, puso freno a ciertas prácticas poco ortodoxas que se repetían de manera reiterada en el mercado de corros.

 

 

 

La publicidad no acaba con el mal de fondo, porque siempre hay oportunidades para diluir operaciones especiales, pero sí limita de manera importante los excesos. Por eso, la Bolsa de Londres, que se ha visto incapacitada para prohibir este tipo de operaciones, ha seguido el camino del mercado español y publicará los saldos vivos de las operaciones que se realicen por este sistema.

 

 

 

Otro de los logros que se consiguen con esta política es que se provocan efectos contrarios al deseado con mucha frecuencia. Los valores que mayor número de operaciones reúnen son seguidos de manera automática por un importante número de participantes en el mercado. '¿Qué pasa en ésta o aquella compañía que tantos títulos tienen prestados a crédito?', se preguntan los que siguen el día a día de la Bolsa.

 

 

 

Las propias empresas sujetas a esta práctica toman cartas en el asuntos e investigan qué clase de operación se ha realizado, si ha sido una compra o una venta especulativa.

 

 

 

En la mayor parte de las ocasiones se consigue averiguar el interés cierto del operador que ha contratado acciones con préstamo de valores y en numerosos casos el efecto deseado es el contrario, porque a posiciones bajistas se contraponen las alcistas.

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