'Salvad al soldado Ryan'
Juan Manuel Eguiagaray analiza la situación por la que atraviesa el País Vasco. El autor plantea la necesidad de tomar cartas en el asunto y dejar de ignorar la realidad para impedir que continúe la agresión
La benevolencia del director de este periódico y la paciencia de sus lectores me disculparán que hoy no escriba de economía. O, al menos, no de modo directo. Pero todo acaba por afectar a las expectativas económicas, se trate del desplome financiero de las Bolsas, de la pérdida de confianza en la información y las prácticas contables de las empresas o del comportamiento de algunos auditores. Son ya cosas tan conocidas que han dejado de ser la noticia, concentrada ahora en el fragor de los efectos desencadenados. Somos muchos los que creemos que la situación en el País Vasco no ha hecho sino agravarse. Y no hace falta ser pesimista para barruntar que su previsible empeoramiento es una pieza central del diseño político dirigido a tomar el pulso a la capacidad de aguante del sistema político constitucional. En plata, que todo hace pensar que la intolerable situación en que se hallan los ciudadanos del País Vasco que no comulgan con las pretensiones del nacionalismo no hará sino agravarse. A menos que hagamos algo...
El profesor Llera, catedrático de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco, se va porque, como él ha dicho, le han empujado para que se vaya. Lo que importa no es que se vaya a ocupar una cátedra en EE UU o en otro lugar de su elección, sino que abandone el País Vasco porque la situación hace mucho tiempo que se ha hecho insoportable. Es sólo el último de los conocidos de una larga serie de personas que han abandonado su tierra formada por académicos, empresarios, periodistas, trabajadores de una u otra condición..., y políticos. Como resulta escandaloso que esto ocurra en nuestro país, se refleja en todos los medios de comunicación. Hasta que un nuevo nombre venga a unirse a la saga interminable de los emigrantes forzosos o constatemos con horror que al último muerto le faltó tiempo para encontrar una nueva y mejor vida fuera del País Vasco. Y hasta que eso vuelva a ocurrir, los que no tienen nombre conocido pero sí sentimientos viven soñando con que acabe por imponerse la razón, al menos la democrática.
Puesto que los hechos no avalan el futuro, sólo les queda su coraje y la esperanza de que alguien sea capaz de encontrar el antídoto para una enfermedad, mucho más social que política, que ha llevado al límite de la miseria moral el comportamiento colectivo de una sociedad vasca, antes orgullosa de sí misma.
El País Vasco lleva tiempo en una situación en la que los principios democráticos son meras cáscaras, vacías de todo contenido real
En Salvad al soldado Ryan, el único hijo vivo de una viuda destrozada por la guerra debía ser salvado para preservar la continuidad de una familia. No llevemos las alegorías hasta el extremo. Hay ya demasiados soldados Ryan que, por cierto, nunca han empuñado un arma. La cuestión es más bien cómo impedir que continúe una agresión en que las víctimas siempre caen de una parte, casualmente la integrada por quienes no se sienten nacionalistas. El País Vasco lleva tiempo en una situación en la que los principios democráticos son meras cáscaras, vacías de todo contenido real. Un estado de cosas que no por conocido es menos excepcional, aunque no se declare el estado de excepción, no vaya a ser que el remedio resulte peor que la enfermedad. Pero nada sugiere que las cosas vayan a mejorar, sino todo lo contrario. Como si estuviéramos ante la crónica de una tragedia anunciada, la tensión del terrorismo, unida a la consciente provocación del Gobierno constitucional del País Vasco, se alían para estirar la cuerda de la paciencia social y generar los errores de la precipitación, de la respuesta desmesurada del Gobierno. Tensar y, si resultara necesario, aflojar después, como en la soka-tira, es la táctica para ganar un terreno que nunca se volverá a ceder. Uno se puede equivocar en el ritmo de los acontecimientos, pero es difícil negar una estrategia que resulta tan fría como implacable.
Yqué cree que se puede hacer? Muchas de las cosas que se están haciendo ya. Y algunas que no se practican con la suficiente intensidad. Por ejemplo, dejar de ignorar la ignominiosa realidad con la esperanza de que, tras taparnos los ojos, el horror se haya disipado. Y otras que no se consideran y debieran ocupar un lugar preferente. Por ejemplo, separar radical pero inteligentemente la política del nacionalismo vasco que exhiben Arzalluz o el lendakari de lo que piensa en su fuero interno una nada desdeñable fracción de los que abrigan sentimientos nacionalistas o votan al PNV. Si la democracia española no alcanza a hacerse entender por una parte significativa de los votantes del nacionalismo, me temo que la dirección del PNV no va a encontrar freno alguno en el País Vasco. Y resulta crucial que entiendan que también sus intereses se verán afectados. ¿Quién decía que todo esto no tiene nada que ver con la economía? Empecemos a salvar a todos los soldados Ryan de la única forma que puede hacerse. Impidiendo que continúe la agresión que algunos se han empeñado en declarar en nombre de la política.