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Lealtad, 1

Greenspan se cae de los altares

La pasada semana Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, hablaba ante el comité de banca del Senado. Expectación, como siempre. Pero otro pulso. Pocos bolsistas contenían la respiración y los que lo hacían era más por costumbre que por otra cosa. Greenspan dio un discurso ambiguo, como solía hacer en la época de bonanza.

Ello le permitía mantener las cosas como estaban, introduciendo algo de miedo, pero sin pinchar el globo. Ahora no son tiempos de medias tintas. Ni de palabras, que se las lleva el viento. Y, la verdad, las decisiones que se toman para combatir las malas prácticas son políticas, no económicas.

Alan Greenspan recibió de su tocayo Alan Abelson, de la revista Barron's, uno de los ataques más duros de los últimos tiempos. Por su responsabilidad en el inflado de la burbuja tecnológica de la segunda mitad de los años noventa.

Los lodos de 2000 vienen, en parte, de los polvos de la crisis financiera de 1998, cuando el impago de la deuda externa rusa desembocó en una brutal turbulencia de los mercados. Alan Greenspan pilotó el rescate del fondo quebrado LTCM, que, utilizando complejos algoritmos matemáticos y las neuronas de varios premios Nobel, había encontrado la piedra filosofal. Hasta que quebró. Y Greenspan llevó al suelo los tipos de interés. Todo para evitar la caída en picado de las acciones.

æpermil;l mismo había advertido de la existencia de una burbuja, pero las inyecciones de liquidez por parte de la Reserva que presidía la volvieron a inflar. La superación exitosa de la crisis de 1998 alimentó la parte más irracional de la burbuja: la creencia del fin de los ciclos.

Abelson no critica este aspecto. Posiblemente no sea criticable; al fin y al cabo el mandato de la Fed es cuidar la economía. Pero, a veces, admitir la dolorosa realidad es más recomendable que cerrar los ojos.

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