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Tribuna
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Internet, un nuevo boom, ¿qué boom?

El 70% de los ciudadanos de la UE llevan un teléfono móvil en el bolsillo y en número triplican al de los propietarios de un PC, dos circunstancias que han llevado a vaticinar que el móvil se convertirá en el terminal mayoritario de acceso a Internet en sólo dos años y que, con ello, estaríamos en vísperas de un nuevo boom de los negocios en la red. Un vaticinio aventurado, además de inexacto, pues no se puede hablar de un nuevo boom cuando nunca existió uno anterior; sólo existió el negocio de los despabilados que vendieron a precio de oro unas empresas que tenían los pies de barro.

En el mundo hay ya 1.000 millones de personas que utilizan un teléfono móvil, pero para que sea posible el boom que se nos anuncia gran parte de ese parque tendría que estar integrado por terminales con una capacidad de transmisión de datos que permita convertir en realidad los nuevos negocios. Esos terminales ya tienen nombres, como GPRS y UMTS.

GPRS, la generación puente de telefonía móvil, la dos y medio, conoce por ahora un despliegue muy pobre. Los operadores se han centrado en el mercado empresarial y a él han destinado las aplicaciones, como el acceso al correo electrónico corporativo, ocupándose poco de ofrecer servicios atractivos para los particulares. Además, los terminales GPRS son muy caros y más incómodos, por ser más grandes, pesados y con menos cobertura; sus sistemas de facturación del servicio, confusos, y sus tarifas nada baratas, del orden de unos cinco euros por cada megabit de información.

Por eso en España GPRS cuenta hoy con sólo unos 400.000 clientes, poco más de 1 por cada 100 usuarios de móviles, y la mitad de ellos ni utiliza los servicios de Internet disponibles. Aun así, su madurez comercial podría estar próxima si se llega a Reyes con los cuatro millones de terminales disponibles que auguran algunos estudios de mercado, lo que al menos permitiría empezar a pasar página del fracaso comercial que hasta ahora ha sido el Internet móvil, y que tiene como paradigma la que se llamó segunda generación de telefonía móvil, la WAP, cara, lenta, poco atractiva visualmente y con escasos servicios útiles.

UMTS, por su parte, se ha convertido en una trampa mortal para muchos operadores telefónicos y en uno de los mayores errores de cálculo de la historia empresarial. En España la tercera generación de móviles fue anunciada para agosto de 2001, pero su nacimiento tuvo que ser aplazado hasta el 1 de junio pasado, y cuando llegó esa fecha sólo estaban disponibles las redes, faltando los terminales y los servicios. La telefonía UMTS hoy no existe y se dice que hasta 2004 no será una realidad comercial. Pero no basta con disponer de terminales móviles tecnológicamente avanzados si apenas hay nada que ofrecer por ellos. Para llevar Internet al móvil tendrían que salir del laboratorio las nuevas aplicaciones para particulares, como videoconferencia, transmisión de fotografías o micropagos, y sobre todo las nuevas versiones de las que en el pasado ayudaron a popularizar el uso de la telefonía móvil de primera generación, la GSM, como los servicios de mensajería.

Los SMS, los mensajes cortos de hasta 160 caracteres de texto, estaban disponibles desde 1991 y nadie sospechó sus posibilidades comerciales. Para las operadoras son hoy una mina de oro que les proporciona el 12% de sus ingresos totales, y cuando termine este año se estarán enviando diariamente 1.000 millones de mensajes de texto en todo el mundo y los utilizará cerca del 60% de los usuarios de móviles. Esto sí que es un boom, pues el bajo precio de los SMS ha servido para popularizarlos, sobre todo entre los adolescentes.

Ahora hay que pasar de los SMS a los MMS, a los mensajes cortos multimedia, que además de texto incorporan sonido y sobre todo imagen en color (primero serán fotos y luego videoconferencias y vídeos cortos). De ellos se espera que puedan llevar Internet al móvil y ser lo que los anglosajones llaman killer app, una aplicación tan atractiva para los usuarios que permita popularizar una nueva generación de telefonía móvil y ser la base de un nuevo mundo de negocios.

Aunque a 2002 le bautizaron hace meses como el año de los MMS, todavía estamos lejos de que sea así. Faltan terminales que permitan su envío y recepción, al margen de que las primeras tarifas no promocionales conocidas son muy elevadas y amenazan el desarrollo de esa gallina de los huevos de oro que quieren compartir operadores telefónicos y proveedores de contenidos.

Hoy los huevos depositados en la cesta de los negocios del Internet móvil son pocos, y parecen de codorniz. Se paga por acceder a juegos, información, logos y tonos y melodías, y muy poco más. La intermediación bursátil, de la que tanto se ha hablado, es testimonial, y no despegará en breve.

Sólo cuando exista una buena base de aplicaciones y servicios se pondrá en marcha la espiral del crecimiento y, si nada se tuerce, podríamos conocer ese anunciado boom de los negocios en la red, hoy tan lejano y que todavía tendrá que pasar por muchas estaciones antes de llegar a la meta.

Lo que no es de recibo es que cuando todavía no hay nada se anuncie ya un paraíso cercano. Eso sólo nos lleva a volver a hinchar una nueva burbuja especulativa, que acabará explotando, como sucedió con la que arrasó con gran parte de los negocios del primer Internet.

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