Revista de prensa
Los clubes de trueque, que han crecido masivamente en todo el país, han sido valorados como instrumentos creativos y solidarios en respuesta a la crisis. La venta y la falsificación de 'créditos', sin embargo, son prácticas cuya emergencia preocupa. Con la profundización del desempleo, la pauperización y la falta de circulante, las redes de trueque se convirtieron en un medio importante -sino el único- de acceso a bienes y servicios para quienes no pueden pagarlos en el mercado formal, por carencia de dinero.
Desde que surgió el primer club de trueque -hace ya siete años- hasta hoy, la experiencia ha tenido un crecimiento geométrico, sobre todo a partir de diciembre pasado. Se calcula que en la actualidad involucra a más de 10 millones de personas en todo el país -incluidos los que participan directamente y sus familias- y siguen sumándose permanentemente nuevos 'nodos' de intercambio. Un elemento central del trueque que se practica en la Argentina es la utilización de una moneda complementaria propia, denominada 'moneda social' cuando sus mecanismos de emisión, distribución y control son de carácter transparente y equidad distributiva. El uso de esta moneda social, más conocida como 'crédito', implica la evolución desde el sistema de trueque primitivo, hecho entre dos personas y en un solo acto, hacia una forma de intercambio múltiple con soporte material, editado y controlado por los mismos usuarios. La explosiva expansión de las redes de trueque ha tenido como costado negativo la distorsión de varios de los principios originales en base a los cuales se estructuró este tipo de intercambio solidario. Entre los problemas recientemente detectados está la circulación de bonos falsos. En menos de un mes cayeron tres bandas de delincuentes que se dedicaban a falsificar créditos. El impacto de esta emisión descontrolada y espuria de 'moneda social' desató una inflación descontrolada en varios nodos, tergiversando la función solidaria y lesionando la credibilidad del sistema. A ello se le suma la práctica, también creciente, de venta de créditos por dinero, que también altera profundamente el sentido original del trueque -que se supone realizado entre productores y consumidores directos-, y que fomenta la especulación. Por eso, desde las redes se impulsa una vuelta al contacto personal y a reforzar los fundamentos de la economía solidaria basada en la confianza. Se espera, de esa forma, impedir que la acción de los inescrupulosos afecten esta valiosa experiencia.
Es la hora de una nueva era de reformas
Desde hace un tiempo BusinessWeek ha venido reclamando una seria reforma de las compañías americanas (...). Así que es grafiticante comprobar que el presidente George Bush puso todo el peso de su oficina en la reforma (...). Con lo que ha pasado, con suerte los inversores podrían tener, de una vez por todas, números en los que confiar y un mercado de valores basado en activos como la honestidad en lugar de humo y espejos (...). El momento de las reformas se ha ido edificando lentamente durante toda la primavera y el verano, pero alcanzó su punto álgido con el dicurso, el pasado 9 de julio, del presidente Bush en Wall Street. Bush comenzó poniendo su mejor cara, prometiendo acabar con la corrupción y estableciendo 'una nueva ética de responsabilidad personal en los negocios'. Centralizó el castigo en un grupo de 'manzanas podridas'. Utilizó sus poderes ejecutivos para crear una nueva agencia federal contra el crimen financiero (...). Pero fue más allá. Por primera vez desde que saltó el caso Enron admitió que el sistema se ha corrompido y necesita una reparación. (...) No obstante, debería haber ido más allá. No salió en apoyo de la propuesta de reforma del senador Paul S. Sarbanes (...). La velocidad de la reforma en sí misma puede restaurar la reputación del país en la escena global mostrando cuan rápidamente EE UU puede curar sus enfermedades económicas, a diferencia de Japón y de otras naciones. Estados Unidos ha reformado su economía muchas veces en el pasado. Hubo una edad para las reformas bajo el mandato de Theodore Roosevelt y una era de reformas con Franklin Delano Roosevelt. Hoy, confiamos en que América entre en una nueva era empresarial limpia. Dejemos que empiecen las reformas.