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Columna
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Comprar buena formación

Debemos defendernos contra esta tendencia de los publicitarios y las grandes empresas que quieren lavarnos el cerebro con una panacea de frases hechas y palabras importadas, cuando apenas hemos logrado sobrevivir a la alevosía de las modas gracias a la frivolidad de algunos medios de comunicación, vendidos al vampirismo del mundo empresarial, que ha situado al ser humano como objeto de su lucro para alimentar la codicia personal de los accionistas de multinacionales cuyas marcas han invadido, sin piedad, la mente de todos.

Hasta aquí todo normal, porque desde la aparición del marketing en los años setenta, conocemos bien la capacidad de manipulación de esta ciencia, lo malo es que además de productos y servicios, ahora está llegando la moda de las palabras importadas y su consiguiente mochila de inutilidad, o sea, la libre interpretación de su contenido. A la gente normal no nos apetece nada la frivolidad con la que se trata la formación, porque está ligada al trabajo de las personas y por tanto a su medio de vida, y esta proliferación de másteres, posgrado, cursos y cursillos cuya credibilidad está basada en los nombrecillos sajones y en extraños lazos contranatural, con instituciones extranjeras, al servicio del dólar, causan daño a la imagen de credibilidad que han ganado a pulso otras organizaciones que tienen acreditado un largo camino de profesionalidad en la formación, sean públicas y privadas.

Por desgracia, la abusiva utilización a menudo muy vacía de contenidos de términos como el career management empowerment, mentoring, etc., y otros verbos conjugados en gerundio, están confundiendo a profesionales de buena fe que son conscientes de la necesidad de estar al día para mantener su trabajo, y al mismo tiempo, están convirtiendo el escenario de la formación continua en un parque de atracciones con el señuelo de dar premios al que emplea más palabras extrañas.

Es difícil controlar legalmente la información confusa porque nuestro marco jurídico es excesivamente tolerante, y además la gran mayoría de decisiones sobre formación no dependen ni siquiera de los alumnos receptores, sino de sus propias empresas, que movidos por el golpe de efecto, mucho más que por la necesidad, buscan más la justificación que la eficiencia del resultado. Con frases sobre el futuro alumno parecidas al 'le irá bien', 'conseguirá más aplomo para liderar', 'le motivará hacer el curso' etc., pretenden satisfacer una necesidad real para supuestos alumnos-empleados, aunque en realidad sólo buscan colmar el ego de algún directivo, justificar cuotas de Forcem, o incluso dar credibilidad a su puesto.

Deberían pensar que, realmente, a uno 'le va bien' lo que realmente decide que necesita y además quiere hacerlo, sin imposiciones. Tendrían que saber que 'el liderar' no es cuestión de aplomo, ni siquiera de voluntad, sino de unas capacidades personales que pueden desarrollarse, pero no se adquieren con la formación y por último que no se 'motiva' a nadie con un curso, ya que la motivación es individual, cada uno escoge lo que puede motivarle, porque no se trata de un jarabe mágico sino de actitudes personales y distintas en cada ser humano.

Sería bueno que los reyes del marketing, de las marcas y del machaqueo publicitario se olviden un poco de 'vender tanto la formación', con la finalidad de engrosar los bolsillos de sus accionistas, con algunas bolas de viento en forma de anuncios que prometen la conquista del puesto de director general gracias a un cursillo, y dejen de jugar con la ilusión de muchos recién licenciados y aspirantes a la legítima promoción social, pues en este campo todos sabemos que lo más importante no es poseer el título sino realizar el aprendizaje de aprender.

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