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Opinión
Tribuna
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Reflexión sobre la presidencia española

Jordi de Juan i Casadevall analiza los resultados de la presidencia española y destaca el protagonismo del euro. El autor repasa los logros en materia fiscal y financiera y califica la actuación española de exitosa.

Es la tercera vez que España asume la presidencia de la Unión Europea y en esta ocasión lo ha hecho bajo un lema ambicioso 'Más Europa', que condensa un no menos ambicioso programa. Como expuso el presidente del Gobierno, al inicio de la presidencia española, las prioridades de este programa eran: la lucha contra el terrorismo, las reformas estructurales a través del paquete de liberalizaciones previsto en Lisboa, avanzar en la ampliación, la política exterior y de seguridad, el debate institucional sobre el futuro de Europa y la introducción del euro.

Contemplada en su perspectiva histórica, esta presidencia será recordada como la presidencia del euro. El dato es importante. Probablemente no sea ocioso recordar que en 1996 España no cumplía ninguno de los requisitos para ser miembro fundador del euro. Fue necesario poner en marcha una política económica rigurosa de contención de la inflación, de progresiva reducción del déficit público hasta conseguir el equilibrio presupuestario, que a su vez posibilitaron la reducción de tipos y de la deuda pública, para que España pudiera atribuirse la copaternidad de la nueva moneda europea. La verdad es que España no sólo ingresó en el euro sino que, además, le ha correspondido administrar la puesta en circulación de la nueva divisa.

El euro ha dado ya sus primeros frutos. En un escenario de ralentización económica, la estabilidad macroeconómica alcanzada en la eurozona ha permitido sentar unos sólidos fundamentos para iniciar la recuperación económica. Y esto es especialmente así en nuestro país, que en 2001 alcanzó un crecimiento del 2,8%, superior a la media comunitaria, que se situó en el 1,5%. Crecimiento, por lo demás, intensivo en la creación de empleo, como lo demuestran los 350.000 puestos de trabajo creados en términos de EPA. En el primer trimestre de 2002, la economía española registró un diferencial de crecimiento de casi dos puntos respecto a Europa. Seguimos avanzando en el proceso de convergencia real, en términos de renta y empleo, respecto a Europa.

En política fiscal, el balance es positivo pese a la dificultad intrínseca de la materia, poco permeable a acuerdos al estar sometida a la regla de la unanimidad

El diferencial de crecimiento a favor nuestro no es producto de la casualidad o de una caprichosa coyuntura que, precisamente, no es muy favorable, sino de que hemos hecho bien los deberes. ¿En qué han consistido? En un intenso proceso de consolidación presupuestaria y en un no menos importante paquete de liberalizaciones, privatizaciones y reformas estructurales.

Una de las áreas en que la presidencia española puede exhibir unos buenos resultados es en el de la política fiscal y financiera. En materia presupuestaria se ha llegado por el Consejo a una posición común provisional sobre el futuro reglamento financiero. Se trata de la norma financiera básica de las Comunidades Europeas que, como la Ley General Presupuestaria en nuestro Derecho interno, regula todos los aspectos de la Hacienda comunitaria: la elaboración, aprobación, ejecución y control del presupuesto comunitario.

Es un proyecto de reglamento, que sustituye al ya obsoleto de 1977, y que incorpora una nueva estructura presupuestaria, dota de un mayor rigor a la gestión presupuestaria y regula minuciosamente los procedimientos de contratación en el seno de la UE.

Y en el capítulo financiero merecen destacarse también los esfuerzos realizados para perfilar las líneas generales del anteproyecto de Presupuestos para 2003, cuya aprobación definitiva se va a realizar bajo la presidencia danesa. Es un presupuesto que responde a los mismos principios de disciplina que establece el Pacto de Estabilidad y Crecimiento para los presupuestos nacionales y de ahí la importante contracción de gastos administrativos que contempla.

En cuanto a los objetivos de política fiscal, el balance que puede exhibir la presidencia española es claramente positivo pese a la dificultad intrínseca de esta materia, poco permeable a acuerdos al estar sometida a la regla de la unanimidad. Se ha avanzado en el paquete fiscal y en materia de fiscalidad del ahorro se ha conseguido completar el formato normalizado que utilizarán los Estados miembros para el intercambio automático de información sobre rendimientos del ahorro obtenidos por residentes en otros Estados miembros. Dentro de poco tiempo la directiva sobre el ahorro será una realidad.

En materia de fiscalidad indirecta se han producido importantes avances con relación al IVA. Con el Ecofin de 7 de mayo se materializó el que probablemente es el principal éxito de la presidencia española en política fiscal. Me refiero a la aprobación del Reglamento y Directiva de Comercio Electrónico que acaba con una desventaja competitiva que afectaba al operador comunitario con relación al extracomunitario en la medida que aquél sufría la distorsión fiscal que supone el pago de este gravamen. Con la nueva normativa comunitaria el tributo se pagará sólo al Estado miembro del destinatario del servicio prestado.

Y como claramente positivo hay que calificar el acuerdo alcanzado sobre la Directiva de Agencias de Viajes que establece que el IVA del paquete turístico se pague en el país en que se prestan los servicios de restauración y hostelería. A nadie se le escapa que esta previsión significa para un país como el nuestro, destino de importantes flujos turísticos, un aumento de ingresos tributarios que de otra forma se hubieran quedado en el país que contrata estos servicios.

En definitiva, ha sido una presidencia densa, exitosa y con resultados palpables en éstas y en otras materias.

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