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Cine

El ciudadano medio convertido en héroe

'¡Qué bello es vivir!', la quintaesencia de lo americano retratado por Capra, y 'Los 39 escalones', obra cumbre de la etapa británica de Hitchcock, hoy con Cinco Días

Un homenaje a la gente sencilla. Eso es lo que pretendió Frank Capra con ¡Qué bello es vivir! -junto con Los 39 escalones la nueva entrega de la colección Obras Maestras del Cine Clásico que se vende conjuntamente los sábados con Cinco Días-. Corría 1946, el impulso del new deal se iba apagando y el país se preparaba para asistir a una caza de brujas. El director italo-norteamericano quería trabajar de forma independiente y formó la Liberty Films junto con George Stevens, William Wyler y el productor Samuel Biskin. ¡Qué bello es vivir! fue el primer y único proyecto de la productora (la película resultó un fracaso económico y la Liberty acabó en manos de la Paramount). El proyecto encajaba a la perfección en los planes de James Stewart, quien tras cinco años de ausencia de las pantallas -fue piloto de bombardero en la Segunda Guerra Mundial- tampoco quería ataduras. La libertad creativa de que gozó Capra se tradujo en su película más redonda.

Capra contó con su troupe habitual de intérpretes -Stewart había trabajado con él en Vive como quieras y Caballero sin espada- para esta historia de héroes anónimos. La única duda fue el personaje femenino, que recayó en Donna Reed tras ser rechazado por estrellas como Olivia de Havilland o Ginger Rogers.

Georgey Bailey (James Stewart) es el hombre más rico de la ciudad, aunque él no lo sabe. Se lo hará ver un ángel de segunda, que baja del cielo para enseñarle qué hubiera sucedido si él no hubiese existido y evitar así su suicido, porque Bailey vale más muerto que vivo. La conclusión: ningún hombre es un fracasado. La comparación con Cuento de Navidad de Dickens es inevitable, no sólo parte de la película transcurre en Navidad, también hay un particular Mr. Scrooge: el usurero Henry Potter interpretado magistralmente por Lionel Barrymore. ¡Qué bello es vivir! cayó pronto en el olvido, pero el tiempo ha revalorizado su encanto. Hoy, la huella de Capra es visible en muchas películas, la más reciente The Majestic, de Frank Darabont.

La película 39 escalones está considerada como la obra cumbre de la etapa inglesa de Alfred Hitchcock. En ella asoman ya los temas favoritos del director: la incompetencia de la policía, el falso culpable, el ciudadano medio metido en líos y una intriga de espionaje cargada de ironía y humor. El propio Hitchcock se involucró en el reparto. El elegido Robert Donat firmó incluso sin conocer a su pareja femenina. Este papel recayó finalmente en Madeleine Carroll, actriz británica que en esos momentos estaba trabajando en Estados Unidos. La actriz accedió con la condición de hacer otra película más, alcanzando el acuerdo sólo dos días antes del inicio del rodaje. Hitchcock quedó encantado con ella, la primera de las rubias elegantes de sus películas.

El canadiense Richard Hanney (Donat) se encuentra en Londres en viaje de negocios. Una noche, en un music-hall conoce a Annabella Smith (Lucie Mannheim), que a las pocas horas es asesinada en el apartamento de Richard. Convertido en principal sospechoso del crimen, viaja a Escocia siguiendo la pista de una siniestra organización, Los 39 escalones, que representan una amenaza para la seguridad nacional británica.

La película cosechó un gran éxito de público y en 1999 los miembros del Instituto Británico de Cine la consideraron la cuarta mejor película de la historia del cine británico.

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