El uso y abuso de los derivados
Dell Computer ganaba más dinero operando con derivados que vendiendo ordenadores. Eso ocurría ya en 2000, cuando sí que se vendían computadoras. Ahora se venden menos, pero también está peor el mercado de derivados. Mal pintan las cosas para Michael Dell, que ni puede hacer dinero como se supone que lo hace ni como lo hacía realmente.
Tony Dye, gestor británico de Philips & Drew, no fue el único que alertó de la burbuja de Internet, aunque puede que sí fuese uno de los pocos que perdió por ello su puesto. Algo que, sin duda, le honra. Ahora habla de derivados y artificios contables en un discurso que, sin decirlo, le trae a uno recuerdos de la quiebra del Long Term Capital Management.
Aquel fondo quebró cuando la crisis de las divisas asiáticas y el impago de la deuda rusa provocaron una tormenta financiera que empezó en los mercados emergentes y terminó afectando a todas las plazas. El estilo de inversión del LTCM, basado en complejos modelos matemáticos, consistía en arbitrar entre divisas y bonos, operando apalancado, esto es, invirtiendo montos superiores a los fondos disponibles. Pero el desorden monetario no estaba en el modelo econométrico, y Greenspan tuvo que orquestar un paquete de ayuda.
Ahora, según Dye, las empresas usan masivamente los derivados para inflar sus cuentas. Dice, también, que en los próximos meses proliferarán las empresas con cuentas fraudulentas.
Se cumplan o no los augurios de Dye, hay un paralelismo entre el LTCM y la epidemia de enronitis, pues al estallar la crisis tecnológica se rompieron los esquemas bajo los que se construyeron empresas que, al final, resultaron ser un castillo de naipes. Ha sido dejar de subir la Bolsa y derrumbarse los edificios construidos sólo basándose en la cotización.