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Jordi Clos i Llombart

'El sector hotelero necesita de oficio'

Jordi Clos i Llombart, barcelonés de 52 años y presidente de la cadena hotelera Derby Hotels, recibió esta semana el premio Juan Lladó por su labor como mecenas del arte egipcio. Recomienda, al margen de los números, generosidad

La primera impresión nada más conocer a Jordi Clos i Llombart es que estamos ante un empresario atípico, diferente, capaz de emocionarse ante un mosaico antiguo. Llega con un bronceado envidiable y unos minutos de retraso a la entrevista porque está viendo a pie de obra cómo marcha la construcción del nuevo hotel que tiene previsto inaugurar en Madrid, muy próximo al Hotel Villa Real, propiedad también de la cadena que preside, Derby Hotels Collection. Nació en Barcelona hace 52 años y comenzó a trabajar de botones en una inmobiliaria. Cuando rozaba la veintena adquirió Robert's, que más tarde acabaría en un grupo de mobiliario de diseño. Hace 30 años cambió de negocio. Hoy, es propietario de una cadena hotelera, de una inmobiliaria, de la Fundación Arqueológica Clos y del Museo Egipcio de Barcelona. Su pasión es el arte. De hecho, todos sus hoteles están decorados con mosaicos, cuadros y ornamentos antiguos. El pasado martes recibió en la sede del Instituto de Empresa el Premio Juan Lladó, en reconocimiento a su actividad empresarial y a su devoción por el Antiguo Egipto.

Pregunta. ¿Por qué cree que le han dado este premio?

Respuesta. Creo que en esta elección ha tenido mucho que ver el criterio del mecenazgo. El hecho de haber autofinanciado un museo privado de egiptología, y haber conseguido 220.00 visitantes en el año es todo un logro. Todo esto va unido a que se desarrolle esta actividad cultural junto a mi actividad en el mundo de la empresa.

P. ¿Los empresarios no piensan sólo en la cuenta de resultados?

R. Es un error que en el mundo empresarial sólo se tenga en consideración los números. La economía y la cultura van unidas, se necesitan mutuamente. De otro modo, no se sostiene. Es un binomio que ya viene de antaño y que ahora, afortunadamente, se está recuperando. He conseguido aglutinar empresarios que han hecho de mi proyecto una parte importante del suyo. Tenemos que romper el esquema de que la cultura es patrimonio del Estado. El empresario debe revertir una parte de lo que recibe en la sociedad, y cada vez más empresarios revierten parte de sus beneficios en ella.

P. Eso sería noticia, a la vista de los últimos escándalos que se están viviendo en la cúpulas empresariales.

R. No estamos acostumbrados a que un empresario tome este tipo de iniciativa. Y siempre hay una cierta desconfianza cuando lo hace; se tiende a pensar que lo hace porque tiene algo que ocultar, que esconde algo. Pero cuando no hay nada que temer y se hace todo de una manera limpia, la gente se da cuenta y valora la categoría y la imagen de una compañía. Existen empresas que han realizado campañas en el mundo del deporte o han financiado a algún deportista, y luego éste se ha dopado. Las consecuencias posteriores para la empresa han sido nefastas para la compañía. Con la cultura esto no ocurre. El mecenazgo, que en Estados Unidos es algo muy habitual, en España está calando poco a poco.

P. Pero vende más, porque tiene más seguidores, apoyar el deporte.

R. Al tiempo. La sociedad es cada vez más sabia. Hace 20 años, la gente viajaba y sólo buscaba sol y playa. Ahora, ya no ocurre esto, la gente busca lugares con atractivo cultural y artístico. Cada vez, afortunadamente, se consume más cultura y a una empresa le da prestigio ayudar a reconstruir una catedral.

P. ¿De qué pecan los ejecutivos y los empresarios en la actualidad?

R. Creo que a los directivos españoles les falta tiempo para ver y deleitarse con su entorno. Eso no está reñido con la profesión y la labor que desempeña en su empresa. En este hotel [se refiere al Villa Real de Madrid] he puesto en todas las paredes mosaicos romanos: el Claris de Barcelona está decorado con piezas de arte egipcio; el Balmes también en Barcelona, con arte africano. A mí me gusta que nuestros clientes ejecutivos estén más informados sobre los temas culturales.

P. ¿No considera que están más preocupados por la globalización, por buscar fórmulas para ser más competitivos?

R. Para eso también se necesita cultura. Pensemos en nuestros antepasados, que son los que han aportado cultura a nuestro entorno. Un buen ejecutivo es sensible, tiene que tener capacidad creativa, imaginación, y para que eso ocurra tiene que ser culto. Ser cien por cien matemático y financiero ya no es posible.

P. ¿Le verán como a un bicho raro?

R. Cada vez menos. Antes sí que era un hotelero raro. Ahora hasta me dan premios, pero la gente ya me conoce y sabe que en todo esto no hay nada de esnobismo, sino que mi interés por el arte, la cultura y el mecenazgo es real y es perfectamente compatible con los negocios. Eso lo capta la gente y hace que se sientan interesados por ti.

P. Un estudio reciente apuntaba que el sector hotelero está falto de profesionales cualificados.

R. Sí, hacen falta profesionales con oficio. Un director de hotel, por ejemplo, puede tener carrera universitaria, ser economista o ingeniero. Sin embargo, el jefe de sala, de cocina o el sumiller tienen que ser profesionales. El sector hotelero necesita de oficio.

P. Como ejecutivo ¿cómo se ve?

R. Soy una persona que no se detiene hasta que consigue lo que se propone. No logran desmotivarme los errores, ni las derrotas. Considero que tengo buena capacidad de comunicación con el equipo de profesionales que trabaja conmigo, que creo que cuenta con tanta o mejor preparación que yo. En cuanto a la gestión, es una empresa bastante modélica, los ocho hoteles que tenemos son reconocidos en todo el mundo. Esto se ha conseguido gracias al equipo.

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