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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fin de un semestre negro

Al comenzar el año bursátil, los analistas y estrategas del mercado coincidían de forma generalizada en que el segundo semestre del año sería mejor que el primero. Más vale que tengan razón, al menos en eso. La Bolsa cerró el pasado viernes los seis primeros meses del año con una caída del 17,68% en el Ibex 35, que para el mercado supone encadenar su quinto semestre consecutivo a la baja. Cuando parecía que la purga era ya excesiva, en realidad faltaba por llegar lo peor. Este semestre ha sido el de saldo más negativo desde la segunda mitad de 1990, cuando la invasión de Kuwait provocó el desplome de las cotizaciones. No hay ahora un único factor bajista que explique la caída. Acaso eso sea lo peor, que no se trate de una crisis aguda como la asiática del otoño de 1997 o la crisis financiera internacional del verano de 1998. Tales episodios fueron tan virulentos como efímeros. En esta ocasión lo que se ha producido es una concatenación de crisis que han sumido al mercado en un túnel del que no se alcanza a ver la luz.

El último mazazo a la confianza de los mercados ha sido asestado por el fraude contable confesado por Worldcom, enésimo escándalo desde la quiebra de Enron que confirma que los temores a nuevos casos de manipulaciones de cuentas de gran calibre estaban fundados. La pérdida de confianza de los inversores en el sistema se ha visto agravada por las implicaciones de firmas de inversión, analistas y auditores, cuya honorabilidad y prestigio ha quedado en muchos casos en entredicho al ponerse de manifiesto conflictos de intereses obscenos.

A esa pérdida de confianza o elevación de la prima de riesgo contribuyen factores políticos, pues tras el 11 de septiembre el mundo en su conjunto parece un lugar menos seguro. Además, la mejora de la economía que muestran algunos indicadores -particularmente el crecimiento en Estados Unidos- no termina de reflejarse en los resultados empresariales y mucho menos, por tanto, en las cotizaciones.

En el caso español, el factor añadido de incertidumbre -o más bien de pesadumbre- es Latinoamérica. El estallido de la crisis argentina que estuvo larvándose el año pasado se ha traducido en la pérdida por parte del peso de tres cuartas partes de su valor. Frente al euro, el real brasileño se ha depreciado un 27%; el peso mexicano, un 17%; el bolívar venezolano, un 50%... Las fuertes inversiones de las empresas españolas en la región pasan ahora una cara factura a los resultados y elevan el perfil de riesgo de las grandes compañías cotizadas, que arrastran consigo a los índices sin remisión. Esa es otra cualidad de la actual crisis: que, al menos en Bolsa, ha sido mucho más severa con las grandes empresas que con las pequeñas o medianas tanto en España como en el conjunto de Europa.

Será difícil que en la segunda mitad del año se avance todo lo retrocedido en un semestre tan negro, pero cabe esperar que se recupere una parte del terreno o que, en el peor de los casos, no se pierda tanto como en estos seis meses.

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