_
_
_
_
Viajes

Un país encantado

Lugares de ensueño, con suaves colinas de un verde irreal, embozadas por un velo de neblina y rebaños de ovejas pastando entre las ruinas de una abadía. En Gales abundan estampas idílicas que no hay que perderse por nada del mundo

Se diría que Merlín, el mago de las sagas artúricas que tenía aquí su guarida, hubiera hecho algún sortilegio de los suyos. Para convertir a estos parajes en lugares encantados. Lagos y ríos aparecen y desaparecen como espíritus juguetones, junto a pueblos silenciosos y pulcros, enlucidos con colores rabiosos, a veces vigilados por los huesos derrotados de un castillo. Hay muchos castillos en Gales, se ve enseguida que tuvieron que pelear mucho. Para defender su identidad como pueblo. Aunque unidos a Inglaterra desde el siglo XVI, Gales ha mantenido viva su entidad como nación, gracias, entre otras cosas, a su idioma endiablado.

De las diversas lenguas de raíz celta, el galés es la más arcaica y enrevesada. Hay en la bahía de Tremadog un pueblecito que se llama Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllan- tysiliogogogoch, así, sin respirar, y que significa Santa María junto al álamo blanco de la charca y San Tysilio de la cueva roja. El idioma no es lo único que dejaron aquí los celtas. Aquellos guerreros dejaron bastante de su talante; por ejemplo, la afición desmedida por la cerveza. Los romanos les crearon fama de brutos; una costumbre que tenían era coleccionar cabezas de enemigos, y otra que no tenían era la de lavarse muy a menudo. Contaban también -aunque esto lo callaron los historiadores latinos- con algunas virtudes. Por ejemplo, la música. No hay pueblo en Gales que no tenga su coro de voces, ni galés de pro que no sepa tocar el arpa. Asimismo poseían una rara capacidad de ensoñación y de poesía, contagiada por su apego a la naturaleza. Muchas de estas virtudes y defectos se pueden rastrear en Celtica, un parque temático joven en Machynlleth, en el valle de Dovey, la puerta de Gales del Norte.

Castillos

Porque hay que distinguir entre Gales del Norte y Gales del Sur, lo mismo que entre el Gales interior y el litoral. En el norte están algunos de los castillos más peliculeros: el de Caernarfon, metiendo los pies en la playa y en cuyo balcón fue proclamado Carlos de Inglaterra príncipe de Gales, en 1969; el de Beaumaris, también asomado al mar, en la bahía de Conwy, junto a un pueblo que celebra un festival veraniego de música clásica muy notable. Cerca de este pueblo está Llandudno, a cuya playa iba a veranear una niña llamada Alicia Liddell, que inspiró al reverendo Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas, y puede que algo más. Más al sur, otro castillo costero, el de Harlech, Patrimonio de la Humanidad (como los anteriores). Con la marea baja, se destapan alfaques que se cuelan, entre las húmedas colinas, hasta Portmeirion; en ese punto un excéntrico ricachón hizo levantar un pueblo completamente italiano, un precioso decorado al que solo falta el detalle del sol meridional.

El interior de Gales del Norte está en buena parte ocupado por el Parque Nacional de Snowdonia, un paisaje agreste y dulce (como la gente) en defensa del cual tuvo que salir hace poco Anthony Hopkins, ya que parte del terreno sacrosanto fue puesto a la venta. De las entrañas de aquellas montañas arrancaban carbón o pizarra; ahora, muchas de esas minas son un recurso para turistas, como las de Blaenau Ffestiniog, lo mismo que el tren de vapor que sacaba el mineral hasta la costa. El pueblo de Bala, junto al lago Llyn Tegid, y el de Llangollen (con otro tren a vapor) son otras dos estampas idílicas.

Gales del Sur también tiene como núcleo otro parque nacional, el de Brecon Beacons, pelado y duro, cubierto de brezos y de vacas de raza galesa. En el litoral está el corazón espiritual de Gales, St. David's, con una hermosa catedral gótica levantada sobre la tumba del patrón de Gales, un monje de sangre real muerto en el siglo VI . Por bajo de St. David's, Tenby es uno de los pueblos veraniegos más hermosos y codiciados, con casas de estilo georgiano (se la conoce como la pequeña Inglaterra de Gales). Y más abajo aún, en el estuario del Severn, Cardiff, la capital, ha mudado recientemente su piel, recuperando de manera ejemplar la zona pantanosa del puerto. En Cardiff se puede tener una visión global del país en el Welsh Folk Museum -no dejar de ver además el Museo Nacional: asombra su colección de arte moderno-, visión refrendada por el ambiente jovial y contagioso de los pubs, donde ruedan por igual la cerveza, la música y la facundia. Estos celtas no son tan fieros como los pintaron.

Localización

 

Cómo ir. Si se quiere empezar por el norte, se puede volar directamente a Manchester, Iberia (902 400500) y British Airways (913 769 666) tienen vuelos diarios desde Madrid a partir de 310 euros más tasas (35 euros); desde Manchester, se accede a Gales por la autopista A 55. Si se entra por el sur, se puede acceder por carretera desde Londres y Bristol (autopista M 4).

 

 

 

 

 

 

Alojamiento. En Llandudno, St. Tudno Hotel (0492 874411) presume de ser el lugar donde se hospedaba la Alicia de carne y hueso que inspiró a Lewis Carroll, entre 60-90 euros. En Beaumaris, a un paso del castillo, el Olde Bulls Head (012 48 810329) es una típica posada galesa donde dicen se alojaba Charles Dickens, 60 euros. Pen-maenuchaf Hall, mansión señorial y apartada en Dolgellau, cerca de Portmeirion (013 41 422129), 130 euros. En St. David's: Old Cross Hotel, junto a la catedral, tranquilo y con buena mesa, Cross Square, 01 437 720387, 68 euros. Llangoed may, en Llyswen, Brecon (a la entrada del Parque Nacional, 01874 754525) es un hotel de campo muy especial, antigua propiedad de la decoradora Laura Ashley y que mantiene su elegante estilo original.

 

 

 

 

 

 

Comer. The Cobblers (3 Church Street, Llandybie, 0269 850540), cocina tradicional galesa y -sorprendente- vinos de la tierra. Champers (61 St. Mary Street, Cardiff, 0222 373363), frecuentado por la colonia española.

Archivado En

_
_